Autor: Noam Chomsky
Origen: Z Commentaries, 10 de enero de 2000
Traducido por Germán Leyens y revisado por Josué Pérez,
marzo 2000
Visiones del Milenio y Visión Selectiva
Primera Parte
Por Noam Chomsky
El nuevo año comenzó con los refranes familiares, amplificados por la numerología: un coro de auto-adulación, rumiaduras sobre el mal incomprensible de nuestros enemigos y el recurso usual a la amnesia colectiva para aplanar el camino. Siguen unas pocas ilustraciones, que pueden sugerir el tipo de evaluación que podía haber aparecido, si prevalecieran valores diferentes en la cultura intelectual.
Comencemos con la letanía familiar sobre los monstruos que hemos confrontado a través del siglo y terminado por destruir, un ritual que, por lo menos, posee el mérito de tener raíces en la realidad. Sus terribles crímenes han sido registrados en el "Libro Negro del Comunismo" por los intelectuales franceses Stephane Courtois y otros, que acaba de ser traducido (al americano, nota del traductor) y que es el tema de reseñas escandalizadas durante la transición al nuevo milenio. La más seria de éstas, que yo haya visto, es por el filósofo político Alan Ryan, un distinguido erudito académico y comentador social-demócrata, en la primera edición de este año del New York Times Book Review (2 de enero).
El "Libro Negro" rompe, por fin, "el silencio sobre los horrores del comunismo" escribe Ryan, "el silencio de gente que está simplemente estupefacta por tanto sufrimiento absolutamente fútil, sin sentido e inexplicable." Las revelaciones del libro, sin duda, serán una sorpresa para aquellos que de alguna manera han logrado permanecer inconscientes sobre el torrente de denuncias amargas y revelaciones detalladas sobre "los horrores del comunismo" que he estado leyendo desde mi infancia, especialmente en la literatura de izquierda durante los últimos 80 años, sin hablar del flujo permanente en los medios y los periódicos, películas, bibliotecas inundadas con libros que van de la ficción a la erudición...¾ todos incapaces de levantar el velo del silencio. Pero dejemos eso a un lado.
El "Libro Negro", escribe Ryan, tiene el estilo de un "ángel registrador." Es una "acusación criminal" inexorable por el asesinato de 100 millones de personas, " un recuento de las víctimas de un colosal experimento, social, económico, político y psicológico, totalmente fracasado." El mal total, irredento por siquiera un indicio de logro en parte alguna, pone en ridículo "la observación de que no se puede hacer una tortilla sin romper los huevos."
La visión de nuestra propia magnificencia comparada con la incomprensible monstruosidad del enemigo ¾ "la conspiración monolítica y despiadada" (John F. Kennedy) dedicada a la "obliteración total" de cualquier traza de decencia en el mundo (Robert McNamara) ¾ recapitula en gran detalle la imaginería del pasado medio siglo (en realidad, bastante más allá, aunque los amigos y los enemigos cambian rápidamente, hasta el presente.) Aparte de una vasta literatura publicada y de los medios comerciales, es capturada vívidamente en el documento interno NSC 68 de 1950, ampliamente reconocido como el documento de fundación de la Guerra Fría, pero citado raramente, tal vez por el embarazo ante la retórica frenética e histérica de los respetados estadistas Dean Acheson y Paul Nitze; para ver un ejemplo, véase mi comentario "Deterring Democracy", cap. 1.
El cuadro ha sido siempre extremadamente útil. Renovado una vez más hoy en día, nos permite borrar por entero todo el prontuario de horribles atrocidades cometidas por "nuestro lado" en los años pasados. Después de todo, no son nada si los comparamos con la gran maldad del enemigo. Por grande que sea el crimen, fue "necesario" para confrontar a las fuerzas de la oscuridad, finalmente reconocidas ahora por lo que fueron. Podemos, por lo tanto, volver al cumplimiento de nuestra noble misión, con un mínimo de arrepentimiento, aunque, como nos recordó el corresponsal del "New York Times" Michael Wines en los rescoldos del triunfo humanitario en Kosovo, no debemos dejar de ver algunas "lecciones profundamente aleccionadoras": "la profunda división ideológica entre un Mundo Nuevo idealista inclinado a terminar con la inhumanidad y un Mundo Viejo igualmente fatalista sobre los conflictos interminables." El enemigo era la encarnación del mal total, pero incluso nuestros amigos tienen un largo camino por delante hasta que puedan llegar a nuestras alturas mareantes. De todas maneras, debemos marchar adelante "con manos limpias y corazones puros," como corresponde a una Nación bajo Dios. Y, crucialmente, podemos desechar, ridiculizándola, cualquier investigación demente sobre las raíces institucionales de los crímenes del sistema estado-corporación, simples trivialidades que de manera alguna manchan la imagen del Bien contra el Mal, y no nos enseñan lecciones, "profundamente aleccionadoras" o no, sobre lo que ocurrirá en el futuro ¾ una posición muy conveniente, por razones que son demasiado obvias para entrar en más detalle.
Como otros, Ryan, razonablemente, selecciona como Prueba A de la acusación criminal las hambrunas chinas de 1958¾ 61, con 25¾ 40 millones de muertos, dice, una parte importante de los 100 millones de cadáveres que los "ángeles registradores" atribuyen al "Comunismo" (sea lo que fuere, pero utilicemos el término convencional.) La terrible atrocidad merece plenamente la severa condena que ha recibido durante muchos años, que se renueva aquí. Además, es correcto atribuir la hambruna al Comunismo. Esta conclusión fue establecida con máxima autoridad en el trabajo del economista Amartya Sen, cuya comparación de la hambruna china con la trayectoria de la India democrática recibió particular atención cuando ganó el Premio Nobel hace algunos años.
Escribiendo al principio de los años 80, Sen observó que India no sufrió semejante hambruna. Atribuyó la diferencia entre India y China al "sistema político de fiscalización por el periodismo y la oposición" de India, mientras, por lo contrario, el régimen totalitario de China sufrió de "información errónea" que impidió una respuesta seria, y hubo "poca presión política" de grupos de oposición y un público informado. (Jean Dreze y Amartya Sen, "Hambre y Acción Pública", 1989; estimaron las muertes en 16,5 a 29,5 millones). El ejemplo es una "acusación criminal" dramática contra el Comunismo totalitario, exactamente como escribe Ryan. Pero, antes de cerrar el libro sobre la acusación, podríamos echar una mirada hacia la otra mitad de la comparación de India y China hecha por Sen, que de alguna manera pareciera que nunca llega a la superficie a pesar del énfasis que puso Sen.
Señala que entre India y China hubieron "parecidos que eran bastante impresionantes cuando comenzó la planificación económica hace 50 años, incluyendo las tasas de mortalidad. "Pero cabe poca duda de que en lo que respecta a la morbilidad, mortalidad, y longevidad, China tiene una ventaja grande y decisiva sobre India" (también en educación y en otros indicadores sociales). Estima que el exceso de mortalidad en India sobre China es de cerca 4 millones por año: "India parece arreglárselas para llenar su armario con más esqueletos cada ocho años que los que China colocó allí en sus años de vergüenza," 1958¾ 1961 (Dreze y Sen).
En ambos casos, los resultados tienen que ver con las "predisposiciones ideológicas" de los sistemas políticos: en el caso de China, una distribución relativamente equitativa de los recursos médicos, incluyendo los servicios de salud rurales y la distribución pública de alimentos, todas cosas que no existen en India. Esto fue antes de 1979, cuando "la tendencia descendiente de la mortalidad (en China) ha sido, por lo menos, detenida y posiblemente invertida" gracias a la reforma del mercado instituida ese año.
Venciendo a la amnesia, supongamos que ahora aplicáramos la metodología del "Libro Negro" y sus reseñadores a toda la historia, no sólo a la mitad doctrinalmente aceptable. Por ello concluimos que en India el "experimento" democrático capitalista desde 1947 ha causado más muertes que las ocurridas en toda la historia del "colosal experimento, totalmente fracasado" del Comunismo en todo el mundo desde 1917: más de 100 millones de muertos hasta 1979, decenas de millones desde entonces, sólo en India.
La "acusación criminal" del "experimento democrático capitalista" se hace más dura aún si consideramos sus efectos después de la caída del Comunismo: millones de cadáveres en Rusia, para tomar un caso, mientras Rusia seguía la receta confiada del Banco Mundial de que "Los países que liberalizan rápida y extensivamente se recuperan más rápido [que aquellos que no lo hacen]," volviendo a algo como lo que había sido, antes de la Primera Guerra Mundial, un cuadro familiar a través de todo el "tercer mundo." Pero "no se puede hacer una tortilla sin quebrar huevos", como hubiera dicho Stalin. La acusación se vuelve mucho más dura si se consideran las vastas áreas que permanecieron bajo tutela occidental, produciendo un record verdaderamente "colosal" y "sufrimientos absolutamente fútiles, sin sentido e inexplicables" (Ryan). La acusación toma aún más fuerza si agregamos a la cuenta los países devastados por los ataques directos del poder occidental, y sus clientes, durante los mismos años. No es necesario revisar la lista aquí, aunque parece ser tan desconocida a la opinión respetable como lo eran los crímenes del Comunismo antes de la aparición del "Libro Negro".
Los autores del "Libro Negro", observa Ryan, no dudaron al enfrentar la "gran pregunta": "la inmoralidad relativa del Comunismo y el Nazismo." Aunque "el recuento de víctimas hace que la balanza se incline contra el Comunismo,"
Ryan concluye que, a pesar de ello, el Nazismo desciende más bajo en su nivel de inmoralidad. No formula otra "gran pregunta" presentada por "el recuento de víctimas", cuando se supera la amnesia ideológicamente útil.
Para que se me entienda bien, no estoy expresando mis juicios, más bien aquellos que resultan de los principios que son empleados para establecer las verdades preferidas ¾ o las que resultarían si se removieran los filtros doctrinarios.
Sobre la auto-adulación, un verdadero maremoto este año,
¾ tal vez baste con recordar la observación de Mark Twain
sobre uno de los grandes héroes militares de la campaña de
matanza en masas en las Filipinas que abrieron el siglo glorioso que hemos
dejado atrás: este héroe es "sátira encarnada", ninguna
obra satírica puede "alcanzar perfección" porque él
"mismo ocupa la cima." La referencia nos recuerda otro aspecto de nuestra
magnificencia, aparte de la eficiencia en la matanza y la destrucción
y una capacidad de auto-glorificación que llevaría a cualquier
escritor satírico a la desesperación: nuestra disposición
a enfrentar honestamente nuestros crímenes, un tributo al floreciente
mercado libre de ideas. Los amargos ensayos anti-imperialistas de uno de
los principales escritores de los EE.UU. no fueron suprimidos, como en
los países totalitarios: están a la libre disposición
del público en general, con una demora de sólo unos 90 años.
Tomado de: Znet en español.