ARTÍCULOS DE “Willful Disobedience”
Sobre la pobreza sexual
Una sociedad basada en la concentración de poder y el intercambio económico empobrece cada área de la vida, incluso las más personales. Existe más o menos acuerdo cuando se habla de la liberación de la mujer, la liberación de l@s homosexuales e incluso la liberación sexual dentro del ámbito anarquista. Además es fácil encontrar análisis sobre la dominación masculina, sobre el patriarcado y el hetero-sexismo, pero la realidad del empobrecimiento sexual parece que ha sido ampliamente ignorada, lo concerniente a la expresión sexual se ha limitado a percepciones como monogamia, poligamia, poliamor y otros mecanismos similares de las relaciones amorosas. Según creo esta limitación es en sí misma, una reflexión de nuestro empobrecimiento sexual; nos limita a hablar de los mecanismos de las relaciones de manera que podamos evitar el cuestionarnos sobre la calidad de esas mismas relaciones.
Hay varios factores que influyen en el empobrecimiento sexual que experimentamos en esta sociedad. Si examinamos sus orígenes, las instituciones del matrimonio y la familia y la imposición de unas estructuras sociales patriarcales son importantes, y el papel que han jugado no puede ignorarse. Pero durante las últimas décadas, por lo menos aquí en el llamado Occidente, la fuerza de estas instituciones ha disminuido considerablemente. Sin embargo el empobrecimiento sexual no lo ha hecho. Quizá todo lo contrario. Se ha vuelto más intenso y lo sentimos de una forma más desesperada.
El mismo proceso que ha permitido el debilitamiento y la desintegración gradual de la familia es el que ahora sostiene el empobrecimiento sexual: el proceso de cosificación. La cosificación de la sexualidad es por supuesto tan antigua como la prostitución (y casi tan vieja como la civilización), pero en las últimas cinco décadas, la publicidad y los medios han cosificado la concepción de sexualidad. La publicidad nos ofrece un atractivo sexual que influye en las masas, vinculando la pasión espontánea con un desodorante, dentríficos, perfumes y coches. A través de las películas y la TV nos muestran imágenes sobre la facilidad con la cual un@ puede conseguir gente guapa dentro de su propia cama. Por supuesto, para ello hay que ser bellísim@ y atractiv@, y para conseguirlo nos sirven los desodorantes, perfumes, el gimnasio, las dietas y los productos para el cabello. Estamos adiestrad@s para desear imágenes de “belleza” de plástico que son inalcanzables porque en gran medida son ficticias. Esta creación de deseos artificiales e inalcanzables sirve perfectamente a las necesidades del Capital, ya que garantiza una continua sensación de insatisfacción que puede utilizarse para mantener a la gente comprando, en un intento desesperado de aliviar sus anhelos.
La cosificación de la sexualidad ha liderado un tipo de “liberación” dentro del esquema de las relaciones de mercado. No solamente porque sea muy frecuente ver relaciones sexuales entre personas solteras en la gran pantalla, sino porque cada vez más las relaciones de homosexualidad, bisexualidad e incluso alguna que otra rareza están logrando cierto nivel de aceptación entre la población. Por supuesto, de manera que sea útil a las necesidades del mercado. De hecho, estas prácticas son transformadas en identidades a las que uno se amolda de una forma más o menos estricta. De esta manera, se convierte en mucho más que la simple práctica de un determinado acto sexual. Así “estilos de vida” completos están asociados a ellos, implicando conformismo, predecibilidad, lugares específicos a los que ir, productos específicos que comprar. En este sentido, los gays, las lesbianas, los bisexuales, el cuero y las subculturas desarrollan sus funciones como objetivos de mercado al margen de la familia tradicional y del contexto generacional.
De hecho, la cosificación de la sexualidad permite que todas las formas de práctica sexual sean productos de venta. En el mercado sexual, todo el mundo trata de venderse así mismo al más alto postor mientras intenta comprar aquellos que le atraen al menor precio. Así, se crea el absurdo juego de jugar duro para conseguir o intentar presionar a otr@s para mantener relaciones sexuales. Y así se da, la posesividad que tan a menudo se desarrolla en las relaciones corrientes de “amor”. Después de todo en el régimen del mercado, ¿no es poseedor uno de lo que ha comprado?
En este contexto, el acto sexual tiende a tomarse en la misma medida; una forma cuantificable en consonancia con esta cosificación. Dentro de una sociedad capitalista no debería sorprender que la “liberación” de la franqueza sexual signifique predominantemente una discusión sobre el mecanismo del sexo. El juego del acto sexual se reduce no solamente al placer físico, sino más específicamente al orgasmo, y el discurso sexual se centra sobre los mecanismos más efectivos para lograr este orgasmo. No quiero ser malinterpretado. Un orgasmo eufórico es algo maravilloso. Pero centrar el encuentro sexual en lograr un orgasmo, no nos permite sentir el juego de perdernos en el otr@ aquí y ahora. Más que ser una inmersión del un@ en el otr@, el sexo centrado en alcanzar el orgasmo se convierte en una tarea que aspira a un objetivo futuro, la manipulación de ciertos organismos para lograr un fin. Tal y como yo lo veo, esto transforma el sexo en una actividad básicamente masturbatoria- dos personas usándose la una a la otra para lograr su fin deseado, intercambiando (desde el punto de vista estrictamente económico) placer sin dar nada de un@ mism@-. En dichas acciones deliberadas, no hay sitio para la espontaneidad, la pasión sin medida, o el abandono en manos del otr@.
Este es el contexto social de la sexualidad en nuestras vidas actuales. Dentro de este contexto hay muchos otros factores que refuerzan el empobrecimiento de la sexualidad. El Capitalismo necesita movimientos de liberación parcial de todos los tipos, tanto para la recuperación de la revuelta como para introducir la embrutecida ley del mercado en cada vez más aspectos de nuestra vida. Por ello el Capitalismo necesita del feminismo, de los movimientos de liberación, raciales y nacionales, de la liberación de los gays y también por supuesto de la liberación sexual.
Pero el capitalismo no hace uso de forma inmediata de todos los viejos métodos de dominación y explotación, y no lo hace porque son sistemas lentos y complicados. Las luchas de liberación parciales, mantienen su función recuperadora precisamente para continuar ejerciendo la vieja opresión como contrapartida para prevenir, que aquell@s involucrad@s en luchas de liberación, puedan percibir la escasez de su “liberación” dentro del orden social actual. De tal manera si el puritanismo y la opresión sexual hubiesen sido realmente erradicados dentro del capitalismo, la escasez de los sexshop más feministas, conscientes y amigos de los gays sería obvia.
Y así el puritanismo continua existiendo y no sólo como un vestigio de tiempos anteriores pasado de moda. Esto se manifiesta claramente en métodos obvios, tales como la presión aún vigente del matrimonio, (o por lo menos fundar una identidad como pareja) y tener una familia. Pero también se hace manifiesto de formas que la mayoría de las personas no perciben, porque nunca han considerado otras posibilidades. La adolescencia es la época en que los impulsos sexuales son más fuertes debido a los cambios que se producen en el cuerpo. En una sociedad sana, l@s adolescentes deberían tener la oportunidad de explorar sus deseos sin miedo o censura, deberían hacerlo de una forma abierta y aconsejad@s, si quieren, por l@s adult@s.
Mientras que los deseos intensivos de l@s adolescentes son claramente reconocidos (cuantas veces películas de humor o programas de la TV se basan en la intensidad de estos deseos y en la imposibilidad de explorarlos de una forma libre y abierta) en esta sociedad, no se crean métodos para que esos deseos puedan explorarse libremente, esta sociedad los censura, haciendo una llamada a la abstinencia, dejando a l@s adolescentes ignorando sus deseos, limitándolos a la masturbación o aceptando a menudo tener sexo rápido en situaciones de mucha presión y entornos nada confortables para evitar así que les pillen. Es difícil no extrañarse de que algún tipo de sexualidad sana se hubiese podido desarrollar bajo estas condiciones.
Porque el único tipo de “liberación” sexual de utilidad para el Capital es aquella que permita preservar la pobreza sexual, y utilizará todo tipo de herramientas para el mantenimiento de la represión sexual bajo el engaño de una liberación ficticia. Desde que las viejas justificaciones religiosas para la represión sexual, han dejado de ser validas para amplias porciones de la población, un miedo físico por el sexo actúa ahora como catalizador en la creación de un nuevo medio para la represión. Este miedo es promovido principalmente por dos frentes. En primer lugar es el miedo del depredador sexual. Ataque sexual a jóvenes, el acecho sexual y la violación son hechos muy reales. Pero los medios exageran la realidad con explicaciones sensacionalistas y especulaciones. El manejo de estos asuntos por parte de las autoridades y los medios no tienen como objetivo encargarse de estos problemas, sino seguir promoviendo el miedo. En realidad, los casos de violencia no sexual contra mujeres y niños (y me refiero específicamente a aquellos actos de violencia basados en el hecho de que las víctimas sean niños o mujeres) son la mayoría de las veces mas frecuentes que los actos de violencia sexual. Pero el sexo tiene un fuerte valor social que le concede a los actos de violencia sexual una imagen mucha mas siniestra*. Y el miedo promovido por los medios en relación con dichos actos refuerza una actitud social generalizada, de que el sexo es peligroso y debe ser reprimido o por lo menos públicamente controlado.
En segundo lugar, está el miedo a las enfermedades de transmisión sexual y en particular al SIDA. De hecho, a principios de los 80 el miedo a las enfermedades de transmisión sexual dejo de ser en gran medida un método útil para mantener a la gente alejada del sexo. La mayoría de estas enfermedades podían tratarse con relativa facilidad, y la gente mas inteligente se dio cuenta de la inutilidad de utilizar preservativos en la prevención de la propagación de enfermedades como la gonorrea, sífilis y muchas otras enfermedades. En esos momentos se descubrió el SIDA. Habría mucho que decir sobre el SIDA, muchas preguntas tendrían que ser planteadas, una gran cantidad de negocios sospechosos (en el sentido más literal del termino) referentes a este fenómeno, pero respecto al tema que estamos tratando, de nuevo el miedo al contagio de enfermedades de transmisión sexual se emplea para promover la abstinencia sexual o por lo menos, que la sexualidad sea menos espontánea, menos desordenada, y generar así encuentros sexuales más estériles.
En medio de tal ambiente de deformación sexual, otro factor desarrolla lo que parece ser inevitable. Una tendencia creciente a aferrarnos desesperadamente a aquell@s con quienes hemos conectado, aunque sea una conexión empobrecida. El miedo a estar sol@, sin amor, nos conduce a unirnos a amantes a los que ya hace mucho que hemos dejado de amar. Incluso cuando el sexo continúa existiendo en la relación, probablemente sea mecánico y ritual, y no un momento absoluto de entrega al otr@.
Y por supuesto, están aquell@s que simplemente sienten que no pueden manejar completamente esta tristeza, este medio desamparado de relaciones artificiales y conducidas por el miedo, y por eso nunca lo intentarán. No es una falta de deseo, lo que impone su “abstinencia”, sino la desgana de venderse así mism@ y una desesperanza ante la posibilidad de encuentros sexuales reales. A menudo estos son individuos que, en el pasado, se situaron en la línea de búsqueda de encuentros eróticos apasionados, intensos y fueron rechazados como artículos de inferior cuantía. Se apostaron, l@s otr@s compraron y vendieron. Y han perdido la esperanza de mantener la apuesta.
En cualquier caso, vivimos en una sociedad que empobrece todo tipo de contacto, los sexuales también. La liberación sexual -en el sentido real, que es nuestra liberación para explorar la plenitud del abandono erótico carnal en el otr@ (u otr@s)- nunca podrá realizarse por completo dentro de esta sociedad, porque esta sociedad necesita del empobrecimiento, de los encuentros sexuales cosificados, tanto como necesita que todas las interacciones sean cosificadas, medidas, calculadas. Así que los encuentros sexuales libres, como cada encuentro libre, sólo pueden existir contra esta sociedad. Pero esto no es un motivo de desesperación (la desesperación después de todo, no es más que el otro lado de la esperanza) sino más bien debe conducirnos a una exploración subversiva. El reino del amor es muy amplio, y existen infinitos caminos a explorar.
La tendencia entre los anarquistas (por lo menos en los EE UU) de reducir las cuestiones de la liberación sexual al mecanismo de dichas relaciones (monogamia, no-monogamia, poliamor, “promiscuidad”, etc) debe ir mas allá. En la expresión sexual libre tiene cabida todo esto y mucho más. De hecho, la riqueza sexual no tiene nada que ver con ambos mecanismos (tanto las relaciones como los orgasmos) o con la cantidad (el capitalismo ha probado hace ya mucho tiempo que sus chorradas cada vez más efectivas todavía apestan a basura). Más bien consiste en el reconocimiento de que la satisfacción sexual no es exclusivamente una cuestión de placer como tal, sino concretamente del placer que brota del encuentro real y el reconocimiento, la unión de los deseos y los cuerpos, y la armonía, el placer y el éxtasis que se obtiene de ello.
Así, queda claro que necesitamos perseguir unos encuentros sexuales como los que buscamos para el resto de nuestras relaciones, en total oposición a esta sociedad, no por ser un deber revolucionario, sino porque es la única manera posible de tener relaciones sexuales plenas, ricas y desinhibidas en las cuales el amor deje de ser una desesperada dependencia mutua y en su lugar se transforme en la exploración extensiva de lo desconocido.
Fuente: Willful Disobedience
Volume 4, number 3-4, Fall-Winter 2000
Traducción Palabras de Guerra
El resurgir de los bárbaros:
Una revuelta no-primitivista contra la Civilización
Si examinamos la mayor parte del debate actual en el ámbito anarquista respecto a la civilización, la tecnología, el progreso, el eco-anarquismo frente al anarcocomunismo, etc... Nos quedará la impresión de que la crítica a la civilización es algo que ha surgido sólo recientemente dentro del pensamiento anarquista y revolucionario. Pero esta impresión es falsa, y dañina para aquell@s de nosotr@s con una perspectiva anticivilizadora revolucionaria.
De hecho, un cuestionamiento revolucionario de la civilización, la tecnología y el progreso puede encontrarse a lo largo de todo el pensamiento revolucionario moderno. Charles Fourier expusó su socialismo utópico “Harmony” frente a la disonancia de “Civilización”. Un cierto número de los Románticos más radicales (Blake, Byron y Shelly entre otros) se mostraron claramente recelosos frente al industrialismo y su razón utilitarista.
Pero podemos ver visiones más cercanas a nosotr@s si nos fijamos en los anarquistas del siglo XIX. Cierto es que Bakunin no tuvo problema alguno con la tecnología industrial. Aunque no compartió la casi mística fe de Marx en las capacidades del desarrollo industrial, para crear las bases técnicas del comunismo global, tampoco vio la dominación inherente a las estructuras del sistema industrial. De hecho su concepto de los trabajadores encargándose de la organización de la sociedad a través de sus propias organizaciones económicas e industriales, se convirtió con el tiempo en las bases del anarcosindicalismo. (Este hecho, sin embargo, se basa en un malentendido, puesto que Bakunin manifestó con bastante claridad que esta organización no podría desarrollarse sobre unas bases ideológicas fuera (al margen de) de la lucha directa de los trabajadores, sino que más bien debería ser desarrollada por los propios trabajadores durante el transcurso de sus luchas.
En base a ello, no sugirió ninguna forma específica de organización.) Sin embargo la petición de Bakunin de “dar rienda suelta a las pasiones inmorales” de los oprimidos y explotados fue vista por muchos de los revolucionarios más razonables de la época, como una llamada bárbara a la destrucción de la civilización.
Y el mismo Bakunin llamó a la “destrucción de la sociedad burguesa” junto con “la destrucción de todos los Estados” y la “libre y espontánea organización desde abajo hacia arriba, mediante la libre asociación”. El contemporáneo francés de Bakunin, Ernest Coeurderoy, fue menos condicional en su rechazo a la civilización. Manifestó simplemente: “En la civilización, vegeto; No soy ni feliz ni libre; ¿Por qué entonces debería desear la conservación de este orden homicida? Ya no hay nada que conservar de aquello por lo que la tierra sufre.
Y él, junto a Dejacque y otros anarquistas revolucionarios de la época, apeló al espíritu barbárico de la destrucción para acabar con la civilización de la dominación.
Por supuesto, la mayoría de los anarquistas de esa época, como ocurre en la nuestra, no cuestionaron la civilización, la tecnología y el progreso. La visión de Kropotkin de colectivizar “Fábricas, Campos y Talleres” o la “Verdadera Civilización” de Josiah Warren, contaban inevitablemente con un mayor atractivo para aquell@s que no estaban preparad@s para enfrentarse a la incógnita, que las críticas anarquistas sobre la industrialización y la civilización a menudo no dejaban claro, de que ocurriría tras la destrucción revolucionaria de la civilización que ellos odiaban.
A principios del siglo XX, y concretamente tras la gran masacre conocida como la Primera Guerra Mundial se produjo una mayor devaluación de los valores. La fe en el ideal burgués de progreso fue ampliamente erosionada y el cuestionamiento de la civilización en si misma fue un aspecto interesante para un gran número de movimientos radicales incluyendo el dadaísmo, el anarcofuturismo ruso y un precoz surrealismo. Si algunos de los más conocidos anarquistas (tales como Malatesta, Emma Goldman, Mahkno, etc) continuaban viendo la posibilidad de una civilización industrial liberada, otros anarquistas menos conocidos tenían una visión diferente. Así por ejemplo en torno a de 1919, Bruno Filippi escribió:
Envidio a los salvajes. Y les gritaría en voz alta:
“Salvaros, la civilización está llegando”
Por supuesto: nuestra querida civilización de la cual estamos tan orgullosos. Hemos abandonado la vida libre y feliz de los bosques por esta horrenda esclavitud moral y material. Y por ellos nos comportamos como maniáticos, neurasténicos, suicidas.
¿Por qué debería importarme que la civilización haya dado alas a la humanidad para volar y así poder bombardear las ciudades, porque debería importarme si conozco cada estrella en el cielo o cada río en la tierra?
[…]
Hoy en día la bóveda estrellada, es un velo plomizo que vanidosamente nos esforzamos en atravesar, hoy en día no hay nada desconocido [...]
[…] Me trae sin cuidado su progreso. Quiero vivir y disfrutar.
Ahora, quiero ser claro. No estoy sacando todo esto a colación para probar que la corriente anticivilización actual tiene una legítima herencia anarquista. Si su crítica a la realidad que nos enfrentamos es correcta, ¿por qué debería importarnos si se ajusta al encuadre de la ortodoxia anarquista?
Bakunin y Coeurderoy, Malatesta y Filippi, todos los anarquistas del pasado que vivieron en lucha contra la dominación, no intentaron crear ninguna ortodoxia ideológica. Estaban participando en el proceso de creación de una teoría y práctica anarquista revolucionaria que va a estar en continuo proceso. Este proceso ha incluido críticas a la civilización, al progreso y a la tecnología (y a menudo en el pasado estas críticas no estaban conectadas, así, Bakunin pudo llamar a “la aniquilación de la civilización burguesa” y aún aceptar su consecuencia tecnológica; el industrialismo, también Marcus Graham pudo llamar a la destrucción de “la máquina” en beneficio de una civilización no mecanizada).
Pero nuestra época es otra. Las palabras de Bakunin o Coeurderoy, de Malatesta o Renzo Novatore, o de cualquiera de los escritores anarquistas del pasado no pueden tomarse como un programa o una doctrina a seguir. Más bien constituyen un arsenal a saquear. Y entre las armas de este arsenal hay arietes bárbaros que pueden ser usados contra los muros de la civilización, del mito del progreso, del desde hace mucho tiempo desmentido mito, de que la tecnología puede salvarnos de nuestras desgracias.
Vivimos en un mundo en el que la tecnología está absolutamente fuera de control. Cada catástrofe sigue a otra, los llamados paisajes “humanos” han llegado a estar cada vez más controlados y mecanizados, y los seres humanos cada vez más adaptados a su papel de engranajes de la máquina social.
Históricamente el hilo que ha pasado a través de todo lo que es bueno en el movimiento anarquista no ha contado con una fe en la civilización, la tecnología o el progreso, sino más bien en el deseo de que cada individuo sea libre para crear su vida como más le convenga en libre asociación con los demás, en otras palabras, el deseo de la reapropiación individual y colectiva de nuestras vidas. Y este deseo es todavía lo que motiva la lucha anarquista.
Llegados a este punto para mi queda claro, que el sistema tecnológico es una parte integral de las redes de dominación. Ha sido desarrollado para servir a los intereses de los dueños del mundo. Uno de los primeros propósitos del sistema tecnológico a gran escala es el mantenimiento y la expansión del control social, y esto requiere un sistema tecnológico que se retroalimente en su mayor parte, necesitando por ello sólo una mínima intervención humana. Así, se crea la fuerza destructora. El reconocimiento de que el progreso no tiene una conexión inherente a la liberación humana, fue ya reconocido por muchos revolucionarios a finales de la Primera Guerra Mundial. Ciertamente la historia del siglo XX debería haber reforzado esta opinión. Ahora prestamos atención a un mundo desvastado física, social y psicológicamente como resultado de todo lo que conocemos como progreso. L@s explotad@s y desposeíd@s del mundo no puede desear seriamente durante más tiempo obtener parte de este putrefacto pastel, ni apropiarse de él o administrarlo.
La reapropiación de la vida debe tener un significado diferente en el mundo actual. A la luz de las transformaciones sociales de las últimas décadas pasadas, creo que cualquier movimiento anarquista revolucionario serio, tendrá que cuestionarse meticulosamente el industrialismo y la civilización, porque sólo ello, podrá proveernos de las herramientas necesarias para reapropiarnos de nuestras vidas.
Pero mi perspectiva anticivilizadora no es una perspectiva primitivista.
A pesar de que actualmente pueda estar inspirada en aspectos anarquistas y comunistas de algunas culturas “primitivas”, no baso mi crítica en una comparación entre estas culturas y la realidad actual, sino más bien en la forma en la que todas las instituciones que comprenden la civilización actúan unidas para apropiarse de mi vida y transformarla en una herramienta para la reproducción social, y en como transforman la vida social en un proceso productivo que sirve exclusivamente para mantener a los gobernantes y su orden social.
Por ello, es esencialmente una perspectiva revolucionaria y es por lo que siempre haré uso de cualquier cosa, perteneciente a ese arsenal constituido por la historia de la práctica y la teoría revolucionaria, que pueda enriquecer mi lucha. Los primitivos a menudo han vivido de una forma anarquista y comunista, pero no tienen una historia de lucha revolucionaria de la cual podamos “saquear” las armas para nuestra lucha actual. Dicho esto, sin embargo, reconozco a aquell@s anarco-primitivistas que continúan aceptando la necesidad de una revolución y de la lucha de clases como a mis compañer@s y cómplices potenciales.
La lucha revolucionaria contra la civilización del dominio y beneficio que nos rodea, no será un intento razonable de apropiarse de los métodos de producción. Los desposeídos de este mundo parecen entender que esta no es (será) durante más tiempo una opción de liberación (si es que alguna vez lo fue). Si la mayoría no tienen claro qué o quién es exactamente el enemigo, la mayoría si que entienden que no tienen nada que decir a los que están en el poder, porque no comparten un lenguaje común.
Nosotr@s que hemos sido desposeíd@s por este mundo ahora sabemos que no podemos esperar nada de él. Si soñamos con otro mundo, no podemos expresar estos sueños, porque este mundo no nos proporciona las palabras para hacerlo.
Y lo más probable es que muchos ya no tengan sueños. Sólo sientan rabia por la continua degradación de su existencia. Así que esta revolución será, ciertamente, la liberación de nuestras “pasiones salvajes” de las que hablaba Bakunin, las pasiones destructivas que son la única puerta hacia una existencia libre. Será la llegada de los bárbaros augurada por Dejacque y Coeurderoy.
Pero es precisamente cuando la gente sabe que ya no hay nada que decir a sus gobernantes, cuando aprenden como hablar un@s con otr@s. Es precisamente cuando la gente sabe que las posibilidades que este mundo puede ofrecerles son nulas, cuando aprenden como soñar lo imposible. Esta red de instituciones que domina nuestras vidas, esta civilización, ha convertido nuestro mundo en una prisión tóxica. Hay mucho que destruir a fin de que una existencia libre pueda ser creada. El tiempo de los bárbaros está al alcance de nuestras manos.
[...] Pueden los bárbaros liberarse. Pueden afilar sus espadas, pueden blandir sus hachas de guerra, pueden golpear a sus enemigos sin piedad, pueden aborrecer tomar el lugar de la tolerancia, puede la furia ocupar el lugar de la resignación, puede la barbarie ocupar el lugar del respeto. Pueden las hordas bárbaras asaltar, autónomamente, de la manera que crean oportuno. Y pueden no volver a crecer tras su paso parlamentos, instituciones de crédito, supermercados, barracas, fábricas. Contra el cemento armado que se levanta para dañar nuestro cielo y la polución que lo ensucia, uno puede asegurar como decía Dejacque “No es la oscuridad lo que los Bárbaros esta vez traerán a este mundo, es la luz”—Crisso/Odoteo
Traducción Palabras de Guerra
Tecnología y lucha de clases
El desarrollo de la tecnología en los últimos sesenta años - la industria nuclear, la cibernética y las técnicas de información relacionadas, la biotecnología y la ingeniería genética - ha producido cambios fundamentales en el terreno social. Los métodos de explotación y dominación han cambiado, y por esta razón las viejas ideas sobre la naturaleza de la clasey de la lucha de clases no son adecuadas para comprender la presente situación. El obrerismo de los marxistas y sindicalistas ya no puede ser imaginado como algo útil en el desarrollo de una práctica revolucionaria. Pero rechazar el concepto de clase no es tampoco una respuesta útil a esta situación, porque al hacerlo un@ pierde una herramienta esencial para la comprensión de la presente realidad y de cómo atacarla.
La explotación no sólo continúa, sino que se ha intensificado nítidamente después de la nueva tecnología. La Cibernética ha permitido la descentralización de la producción, extendiendo pequeñas unidades de producción a lo largo del terreno social. La automación ha reducido drásticamente el número de trabajador@s de producción necesari@s para un proceso de manufacturación particular. La cibernética además crea métodos para hacer dinero sin producir nada real, por tanto permitiendo al capital expandirse sin el coste del trabajo.
Además, las nuevas tecnologías requieren un conocimiento especializado que no está al alcance de la mayoría de la gente. Este conocimiento ha llegado a ser la verdadera riqueza de la clase dominante en la presente era. Bajo el viejo sistema industrial, uno podía ver la lucha de clases como la lucha entre l@s trabajador@s y l@s propietari@s por los medios de producción. Esto ya no tiene sentido. A medida que la nueva tecnología avanza, l@s explotad@s se encuentran empujados a unas posiciones cada vez más precarias. El viejo puesto cualificado en la fábrica de toda la vida ha sido reemplazado por trabajo por día, trabajos del sector servicio, trabajo temporal, desempleo, el mercado negro, ilegalidad, vagabundeo y prisión. Esta precariedad garantiza que el muro creado por la nueva tecnología entre l@s explotador@s y l@s explotad@s permanezca sin una brecha.
Pero la naturaleza de la tecnología misma la sitúa fuera del alcance de l@s explotad@s. El más temprano desarrollo industrial tenía sus esfuerzos centrados en la invención de técnicas para la manufacturación masiva de bienes estandarizados a bajo costo para un alto beneficio. Estos nuevos desarrollos tecnológicos no están tan dirigidos a la manufacturación de bienes como al desarrollo de medios para el control social cada vez mas a fondo y de forma más generalizada, y para sacar beneficios de la producción. La industria nuclear no solo requiere conocimiento especializado, sino también altos niveles de seguridad que sitúan su desarrollo directamente bajo el control del estado y da lugar a una estructura militar en su mantenimiento, con su extrema utilidad para el ejército.
La capacidad tecnológica de la Cibernética para procesar, grabar, reunir y enviar la información casi al instante sirve a las necesidades del estado de documentar y observar a sus súbditos además de su necesidad de reducir el conocimiento real de aquell@s a l@s que gobierna a bits de information-data-hoping, por tanto, de reducir el potencial real de entendimiento de l@s explotad@s. La Biotecnología proporciona al Estado el control capital sobre los más fundamentales procesos de la vida misma - permitiéndoles decidir que tipo de plantas, animales y -con el tiempo - incluso seres humanos pueden existir.
Debido a que estas tecnologías requieren un conocimiento especializado, y se han desarrollado con el propósito de incrementar el control de l@s am@s sobre el resto de la humanidad en nuestras vidas diarias, la clase explotada puede ahora ser mejor comprendida como aquell@s excluid@s de este conocimiento especializado y así de la participación real en el funcionamiento del poder. La clase dominante está, por lo tanto, constituida por aquell@s que participan en el funcionamiento del poder y el uso real del conocimiento tecnológico especializado. Por supuesto éstos son procesos en curso, y los límites entre l@s incluid@sy l@s excluid@s pueden, en algunos casos, ser escurridizos mientras un creciente número de personas se ha proletarizado - perdiendo la capacidad que pudieran haber tenido de decisión sobre sus propias condiciones de existencia.
Es importante señalar que aunque esas nuevas tecnologías están pensadas para dar a l@s am@s el control sobre l@s excluid@s y sobre la riqueza material de la Tierra, ellas mismas están más allá de cualquier control de los seres humanos. Su inmensidad y la especialización que requieren se combinan con la imprevisibilidad de los materiales con que están constituidos -partículas atómicas y sub-atómicas, ondas de luz, genes y cromosomas, etc.- para garantizar que ningún ser humano por si solo pueda entender completamente como funcionan. Esto añade un aspecto tecnológico a la ya existente precariedad económica que la mayoría de nosotr@s sufrimos. Sin embargo, esta amenaza del desastre tecnológico más allá del control de cualquiera también sirve al poder para controlar a l@s explotad@s- el temor a más Chernobils, monstruos diseñados genéticamente o escapes de enfermedades fabricadas en laboratorios, etc., mueve a la gente a aceptar el mandato de l@s llamad@s expert@s, quienes han demostrado sus propios limites una y otra vez. Además, el Estado -que es responsable de cada uno de esos desarrollos tecnológicos por medio de su aparato militar –puede presentarse a sí mismo como un seguro contra el desenfrenado abuso corporativo de esta tecnología. Así este monstruoso, pesado, e incontrolable juggernaut sirve muy bien a l@s explotador@s en mantener su control sobre el resto de la población. ¿Y que necesidad tienen ell@s de preocuparse sobre los posibles desastres, cuando su riqueza y poder les ha provisto con toda certeza de planes de emergencia para su propia protección?
Así pues, la nueva tecnología y las nuevas condiciones de exclusión y precariedad que impone a l@s explotad@s debilita el viejo sueño de la expropiación de los medios de producción. Esta tecnología -controladora y fuera de control- no puede servir a ningún propósito realmente humano y no tiene lugar en el desarrollo de un mundo de individuos libres para crear sus vidas como deseen. Así que las utopías ilusorias de l@s sindicalistas y marxistas no nos son útiles ahora. ¿Pero lo fueron alguna vez? Los nuevos desarrollos tecnológicos se centran específicamente hacia el control, pero todo el desarrollo industrial ha tenido en cuenta la necesidad de controlar a l@s explotad@s.
La fábrica fue creada con el fin de poner a l@s productor@s bajo un techo para regular mejor sus actividades; la línea de producción mecanizó esta regulación; cada nuevo avance tecnológico en el funcionamiento de la fábrica puso el tiempo y los movimientos del trabajador aún más bajo control. Por tanto, la idea deque l@s trabajador@s podrían liberarse a si mism@s tomando los medios de producción ha sido siempre un espejismo. Era un espejismo comprensible cuando los procesos tecnológicos tenían la manufactura de bienes como su objetivo primario. Ahora que su objetivo principal es tan claramente el control social, la naturaleza de nuestra lucha real debería estar clara: la destrucción de todos los sistemas de control - por tanto del Estado, el capital y su sistema tecnológico, el fin de nuestra condición proletarizada y la creación de nosotr@s mism@s como individuos libres capaces de determinar como viviremos. Contra esta tecnología nuestra mejor arma es la que l@s explotad@s han usado desde el principio de la era industrial: el sabotaje.
Este texto fue publicado en castellano en Ecotopia nº2.
Más allá del feminismo, más allá del género
A fin de crear una revolución que pueda poner fin a todo tipo de dominación, es necesario acabar con las tendencias a las que todos nos vemos sometidos. Esto requiere que seamos conscientes del papel que esta sociedad nos impone y busquemos sus puntos débiles, con el objetivo de descubrir sus límites y traspasarlos.
La sexualidad es una expresión esencial de los deseos y las pasiones individuales, de la llama que puede encender tanto el amor como la revuelta. Así puede ser una fuerza importante de los deseos de cada uno de nosotros, que puede alzarnos más allá de la masa como seres únicos e indomables. El género por otro lado, es un intermediario construido por el orden social para inhibir la energía sexual, enclaustrarla y limitarla, direccionándola hacia la reproducción de este orden de dominación y sumisión. De esta manera se convierte en un impedimento del intento de decidir libremente como queremos vivir y relacionarnos. No obstante, hasta ahora, al hombre se le ha concedido mayor libertad en hacer valer su voluntad dentro de estos roles que a la mujer, lo que explica de forma bastante razonable porque hay más anarquistas, revolucionarios y gente que actúa fuera de la legalidad que son hombres y no mujeres. Las mujeres que han sido fuertes, que se han rebelado lo han sido porque han sobrepasado su feminidad.
Lamentablemente el Movimiento de Liberación de la Mujer (MLM) que resurgió en los 60, no prosperó en el desarrollo de un análisis profundo de la naturaleza de la dominación en su totalidad y del papel jugado por el género en su reproducción. Un movimiento que apareció ante la necesidad de liberarnos de los roles de género para ser así individuos completos y autosuficientes, fue transformado en una especialización como la mayor parte de las luchas parciales de la época. Garantizando de esta manera la imposibilidad de llevar a cabo un análisis global dentro de este contexto.
Esta especialización es el feminismo actual, que comenzó desarrollándose fuera del MLM a finales de los años 60. Su objetivo, no era tanto la liberación de la mujer como individualidad de los límites impuestos por los papeles asignados a su género, como la liberación de la "mujer" como categoría social. Junto a las corrientes políticas principales, este proyecto consistió en obtener derechos, reconocimiento y protección para las mujeres como una categoría social, reconocida conforme a la legislación. En teoría, el feminismo radical se movió más allá de la legalidad con el objetivo de liberar a las mujeres como una categoría social, de la dominación masculina. Dado que la dominación masculina no es explorada suficientemente como parte de la dominación total -inclusive por las anarcofeministas- la retórica del feminismo radical, frecuentemente adquiere un estilo similar al de las luchas de liberación nacional. Pero a pesar de las diferencias en el método y la teoría, la práctica del feminismo liberal (burgués, principal) y el feminismo radical a menudo son coincidentes. Esto no es una casualidad.
La especialización del feminismo radical consiste en centrarse por completo en los sufrimientos de la mujer a manos del hombre. Si esta catalogación fuese alguna vez completada, la especialización no seria durante más tiempo necesaria y habría llegado el momento de trasladarse mas allá de la lista de ofensas sufridas, hacia un intento real y actual de analizar la naturaleza de la opresión de la mujer en esta sociedad, y llevar a cabo acciones reales y muy meditadas para acabar con esta opresión. Así que el mantenimiento de esta especialización requiere que las feministas amplíen este catalogo al infinito, incluso hasta el punto de dar explicaciones por las acciones opresivas llevadas a cabo por mujeres en puestos de poder, como expresiones de poder patriarcal, y así de esta manera liberaría a estas mujeres de las responsabilidades de sus acciones. Cualquier análisis serio de las complejas relaciones de dominación, como las que existen actualmente, es dejado de lado a favor de una ideología en la cual el hombre domina y la mujer es la víctima de esta dominación.
Pero la creación de una identidad en base a la propia opresión, sobre la victimización sufrida, no proporciona la fuerza o la independencia. En lugar de esto crea una necesidad de protección y seguridad que eclipsa el deseo de libertad e independencia. En el reino de lo teórico y psicológico, una abstracta y universal "hermandad femenina" puede encontrar esta necesidad, pero a fin de suministrar una base para esta hermandad, de "mística feminidad", la cual fue expuesta en los años 60 como una construcción cultural que apoyaba a la dominación masculina, es revivida en la forma de espiritualidad de mujer, culto a la diosa y una variedad de otras ideologías feministas. El intento de liberar a la mujer como categoría social alcanza su apoteosis en la recreación de los roles del género femenino en el nombre de una elusiva solidaridad de género. El hecho de que muchas feministas radicales hayan recurrido a policías, tribunales, y otros programas estatales de protección de mujeres (imitando así al feminismo burgués.) sólo sirve para subrayar la falsa naturaleza de la "hermandad" que proclaman. A pesar de que ha habido intentos de moverse más allá de estos límites dentro del contexto de feminismo, esta especialización ha sido su mejor definición durante tres décadas. En la forma en la que ha sido practicada, ha fallado al presentar un desafió revolucionario tanto contra el género como contra la dominación. El proyecto anarquista de liberación global nos llama a movernos más allá de estos límites hasta el punto de atacar al género en si mismo, con el objetivo de convertirnos en seres completos, definibles no como un conglomerado de identidades sociales, sino como únicos y completos individuos.
Es un estereotipo y un error afirmar que los hombres y las mujeres han sufrido iguales opresiones dentro de sus roles de género. Los roles del género masculino han permitido al hombre una gran libertad de acción para la afirmación de su propia voluntad. Por ello la liberación de la mujer de sus roles de género no consiste en ser más masculina sino mas bien en ir más allá de su feminidad, así para los hombres la cuestión no es ser más femenino sino en ir más allá de su masculinidad. La cuestión es descubrir que el centro de la unicidad que esta en cada uno de nosotros, va más allá de todos los roles sociales y de la forma en que cada uno actúa, vive y piensa en el mundo, tanto en el dominio sexual como en todos los otros.
Separar el género en función de la sexualidad, desde la totalidad de nuestro ser, fijando características específicas según el género al que se pertenezca, sirve para perpetuar el actual orden social. Como consecuencia de ello, la energía sexual, que podría ser un extraordinario potencial revolucionario, es encauzada hacia la reproducción de las relaciones de dominación y sumisión, de dependencia y desesperación. La miseria sexual que esto ha producido y su explotación comercial esta por todos lados. La inadecuada llamada de la gente a "abrazar tanto la masculinidad como la feminidad" cae en la falta de análisis sobre estos conceptos, ya que ambos son invenciones sociales que sirven a los propósitos del poder.
Así que, cambiar la naturaleza de los roles de genero, aumentar su numero o modificar su forma, es inútil desde una perspectiva revolucionaria, ya que esto solo sirve para ajustar mecánicamente la forma de los conductos que canalizan nuestra energía sexual. En lugar de esto, necesitamos reapropiarnos de nuestra energía sexual para reintegrarla en la totalidad de nuestros seres a fin de hacernos tan extensos y poderosos como para explotar cada conducto e inundar el terreno de la existencia con nuestro ser indómito. Esto no es una tarea terapéutica, sino una revuelta insolente - una que emane desde nuestra fuerza y nuestra negativa a retroceder. Si nuestro deseo es destruir toda dominación, entonces es necesario que nos movamos más allá de todo lo que nos reprime, más allá del feminismo, si y más allá del género, porque aquí es donde encontramos la capacidad de crear nuestra indomable individualidad que nos conducirá contra toda dominación sin vacilación. Si deseamos destruir la lógica de la sumisión, este debe ser nuestro mínimo objetivo.
Willful Disobedience Vol. 2, No. 8.
Traducción Palabras de Guerra
Giuseppi Ciancabilla: una nota biográfica
Giuseppe Ciancabilla nació en 1872 en Roma y murió a la edad de 32 años en un hospital de San Francisco, California.
A la edad de 18 años, fue a Grecia para unirse a la batalla contra la opresión turca. Actuó como corresponsal para el periódico italiano de tendencia socialista Avanti!, pero en lugar de luchar junto a los voluntarios italianos se unió a un grupo de combatientes libertarios chipriotas quienes buscaban impulsar una insurrección popular a través de una guerra de guerrillas.
En octubre de 1897, se encontró con Malatesta a quien entrevistó para el periódico Avanti!. Este encuentro y la respuesta del líder del PSI (Partido Socialista Italiano) a la entrevista, hizo que Ciancabilla abandonara el partido y se declarara anarquista. Esta “Declaración” apareció en el periódico de Malatesta, L’Agitazione el 4 de noviembre de 1897.
La elección de haberse convertido en anarquista forzó a Ciacabila y a su compañera Ersilia Cavedagni, a volar a Italia. Tras un corto periodo en Suiza y Bruselas, Ciancabilla se trasladó a Francia donde colaboró con Jean Grave2 en el periódico, Les Temps Nouveaux, sin embargo los editores se sintieron en la necesidad de señalar ocasionalmente sus diferencias con sus opiniones.
En 1898, cuando las autoridades italianas lo señalaron como un “anarquista peligroso”, Ciancabilla fue expulsado de Francia. Volvió a Suiza donde intentó unirse a refugiados italianos revolucionarios. Fue expulsado de Suiza por escribir el artículo “Un Golpe en las filas” en defensa de Luigi Luccheni3 en el periódico anarcocomunista L’Agitatore que creó el mismo en Neuchatel.
Tras un corto periodo en Inglaterra, decidió trasladarse a Estados Unidos. Una vez en EEUU, fue invitado a Patterson, New Jersey, para dirigir un periódico anarquista llamado “La Question Sociale”. Sin embargo, debido a un cambio en sus ideas, rápidamente se encontró en conflicto con el grupo editorial del periódico, quienes apoyaban las ideas y los métodos organizativos de Malatesta. En agosto de 1899, Malatesta fue a EEUU y se le confió la dirección del periódico (La Questione Sociale).
Esto permitió a Ciancabilla y a otros colaboradores dejar la revista y crear el periódico L’Aurora en West Hoboken. Además de propagar las ideas anarquistas en L’Aurora, Ciancabilla se dedicaba a las traducciones de trabajos de Grave y Kropotkin. Su traducción al italiano de “La Conquista del Pan” de Kropotkin logró llegar a Italia a pesar de las dificultades legales.
El último periodo de la vida de Ciancabilla lo pasó entre Chicago y San Francisco donde editó el periódico, Protesta Umana, una revisión del pensamiento anarquista.
Ciancabilla fue siempre claro a cerca de su posición de anarquista-comunista, pero fue igual de explícito (como Galleani, otro anarquista italiano activo en los EEUU durante esa misma época) acerca de su crítica a las organizaciones formales y su apoyo hacia aquellos que realizaban acciones individuales contra los amos del mundo, personas tales como Michele Angiolillo4, Gaetano Bresci5 y Leon Czolgosz6.
El 15 de septiembre de 1904, murió asistido por su compañera.
El siguiente artículo expresa extensamente sus ideas sobre la organización.
Contra la organización
No podemos concebir que los anarquistas establezcan puntos que sigan de forma sistemática como dogmas fijados. Porque, a pesar de que la uniformidad sobre las líneas generales respecto a tácticas a seguir sea algo asumido, estas tácticas pueden llevarse a cabo de cientos de formas diferentes, cada una de ellas con miles de particularidades.
Sin embargo, no queremos programas tácticos, y consecuentemente no queremos organización. Habiendo establecido el objetivo, el fin que debe ser alcanzado, dejaremos que cada anarquista sea libre de elegir los métodos que su sentido, educación, temperamento y su espíritu de lucha le sugieran. No creamos programas fijos, ni formamos grandes o pequeños partidos. Pero nos unimos espontáneamente, sin criterio permanente, en función de afinidades momentáneas para un propósito específico, y disolvemos esos grupos tan pronto como el propósito por el cual nos hemos asociado desaparece, y aparecen otros objetivos y necesidades por las cuales desarrollamos y buscamos nuevas colaboraciones, con gente que piense como nosotros en circunstancias concretas.
Cuando alguno de nosotros deja de preocuparse por la creación de movimientos ficticios de individuos simpatizantes y débiles de conciencia, y se dedica a crear un fermento activo de ideas que nos haga pensar, oirá a menudo a sus amigos, como golpes de látigo, decir que durante años han estado acostumbrados a otros métodos de lucha, que se te has convertido en un individualista, o en un teórico puro del anarquismo.
No es cierto que seamos individualistas, si entendemos esta palabra en términos de elementos aislados, eludiendo cualquier asociación dentro de la comunidad social y suponiendo que el individuo puede ser suficiente por si mismo. Pero apoyamos el desarrollo de iniciativas libres de individuos, ¿dónde está el/la anarquista que no quiere ser culpable de este tipo de individualismo? Si un/a anarquista es aquel que aspira a la emancipación de todo tipo de moral y autoridad material, ¿cómo podría no estar de acuerdo con la afirmación de la propia individualidad, libre de obligaciones e influencias autoritarias externas, es absolutamente benigno, es la indicación más clara de la conciencia anarquista?
Ni tampoco somos teóricos puros del anarquismo porque creemos en la eficacia de la idea. ¿Cómo se deciden las acciones, sino a través del pensamiento? Ahora, producir y mantener un movimiento de ideas, es para nosotr@s, el método más efectivo de determinar el curso de las acciones anarquistas, tanto en la lucha práctica como en la lucha por la realización del ideal.
No nos oponemos a los organizadores. Pueden continuar, si quieren, con sus tácticas. Si, como yo creo, no puede traer nada realmente bueno, tampoco puede hacer un gran daño. Pero creo que se han retorcido lanzando sus gritos de alarma y discriminándonos al tacharnos tanto de salvajes como de soñadores teóricos.
Giuseppe Ciancabilla
Fuente Willful Disobedience
Vol. 4 nº 3-4 2003.
Traducción Palabras de Guerra
Sobre los objetivos y los métodos de la crítica
El desarrollo de una práctica anarquista coherente basada en nuestro deseo de recuperar nuestras vidas requiere el uso continuo del análisis crítico a todos los niveles. Pero, como con la totalidad de la práctica anarquista, la crítica sólo es útil cuando uno tiene claros los objetivos de la práctica y desarrolla métodos consistentes con estos objetivos. Aquí como en todas las otras áreas de la práctica, nuestros medios tienen que englobar nuestros fines.
Por simplificar y clarificar, podemos hablar de tres áreas generales en las que el análisis crítico es necesario: 1) la crítica de la sociedad actual, de las instituciones, sistemas y relaciones que producen y mantienen la dominación y la explotación; 2) la crítica histórica, el examen crítico de las luchas, insurrecciones, teorías y prácticas revolucionarias del pasado; y 3) la crítica de las ideas y prácticas del movimiento anarquista contemporáneo.
La crítica de la sociedad actual, sus instituciones y relaciones de dominación, tiene un objetivo muy simple, conseguir una comprensión de nuestro enemigo que sea adecuada para el proyecto de destruirlo y abrir la posibilidad de una vida libre y autodeterminada. El método que mejor se ajusta a este objetivo el ataque incisivo, iconoclasta. Los eslóganes y las proclamaciones simplistas no son suficientes. Es necesario examinar profundamente las prácticas del estado, el capital y todas las otras instituciones de dominación. Este examen necesita empezar en nuestro deseo de recuperar nuestras vidas como individuos y de desarrollar relaciones basadas en la libre asociación, y en la consecuente necesidad de reapropiarnos de la vida a un nivel social también. Esto significa analizar la manera en que las instituciones dominantes penetran en y vienen a definir nuestras vidas cotidianas. De hecho, el examen de la vida cotidiana tiene una importancia fundamental, ya que es ahí donde uno puede desarrollar una práctica continua de conflicto con las fuerzas de la dominación, descubriendo sus puntos débiles que podemos atacar al vivir nuestra propia viada. También es donde uno puede encontrarse con los individuos que puede que no se llamen a sí mismos anarquistas o revolucionarios, pero que viven desafiando esta existencia y así pueden probar ser los cómplices más fiables en la revuelta. Por supuesto, en el desarrollo de esta crítica, podemos hacer uso de innumerables herramientas, incluidas aquellas que robamos de disciplinas científicas y académicas como la filosofía y la antropología.
Pero estas no deberían convertirse nunca en modelos de una futura sociedad o en el centro de nuestra crítica. Si lo hacen, se convierten en cadenas ideológicas más que en herramientas críticas de nuestro deseo de reapropiarnos de nuestras vidas y transformar la existencia según nuestras necesidades, deseos y aspiraciones.
El objetivo de la crítica histórica anarquista es reapropiarnos de la historia de la lucha contra la dominación como una tarea inacabada, examinar las insurrecciones y revoluciones del pasado como parte de nuestra lucha en curso de manera que podamos coger lo que nos es útil de ellas. El método apropiado para llevar a cabo este objetivo es la desmitificación de la historia. No quiero decir con esto reemplazar las visiones “objetivamente” falsas del pasado con otras “objetivamente” verdaderas. Más bien me refiero a la transformación de nuestra concepción de la historia. La “Historia” que nos enseñaron en la escuela es una sucesión de eventos (a menudo percibida como una progresión) puestos en exhibición como piezas de museo. Sea “correcto” o no, esto representa una mistificación en el sentido más amplio de la palabra, ya que define la Historia como algo que está sobre nosotros y que no puede ser tocada. La respuesta radical más común a esta visión es la desarrollada por algunos marxistas y hegelianos en la cual la influencia de la Historia no es el pasado muerto, sino un futuro determinado e inevitable.
Puesto que esto coloca a la historia por encima de nosotros en un dominio intocable, sagrado, es todavía una mistificación. La desmitificación de la historia es el reconocimiento de que esta es nada más y nada menos que la actividad de los seres humanos haciendo lo que sea necesario para crear sus vidas y su mundo. Debido a que esta actividad es principalmente inconsciente, los gobernantes son capaces de controlarla según sus propios intereses y crear la historia mistificada que apoya su control continuo. Las insurrecciones son los momentos en los que el aparato de la mistificación histórica se rompe y la gente comienza a verse como los protagonistas de su propia existencia, despertando la cuestión fundamental de cómo ocuparse de crear conscientemente nuestras vidas para nosotros mismos. Desde este punto de vista, todas las insurrecciones pasadas forman parte de una misma lucha en curso. Sus faltas y fallos no son cuentos de trágico heroísmo y derrota, sino más bien lecciones para incitar la lucha continua por la reapropiación de nuestras vidas. Así pues, la crítica histórica en un sentido anarquista y revolucionario es el examen de esos momentos en los que las mistificaciones históricas se derrumban y comienzan a surgir las preguntas fundamentales sobre cómo crear nuestras vidas para nosotros mismos, con el objetivo explícito de reabrir estas cuestiones ahora en nuestras propias vidas para estar mejor preparados cuando ocurra la siguiente ruptura insurreccional.
Por supuesto, sin ninguna ilusión de que pueda haber alguna solución garantizada cuando nos adentremos en el camino desconocido de la insurrección y la creación de una existencia libre.
La interacción crítica entre nosotros, tratando ideas y prácticas actuales, estaría dirigida idealmente a afilar nuestra teoría y nuestra práctica y a clarificar afinidades y diferencias reales para que cada uno de nosotros podamos desarrollar nuestros proyectos en asociación con otros con los que compartamos afinidad real. De este modo el objetivo es principalmente no conseguir una unidad táctica y teórica como proclaman algunos anarquistas, sino por el contrario mantener la vitalidad que surge de la inmersión en la lucha contra este orden social, una vitalidad capaz de tener una discusión intensa y un conflicto real de ideas sin la necesidad del rencor o el defensivismo de una posición atrincherada. El método apropiado para esta crítica es el debate profundo, apasionado e inteligente de ideas y prácticas llevado a cabo con transparencia. Para hacer esto, debemos mantener nuestro debate en el campo de las prácticas e ideas reales. De este modo queremos evitar en nuestros debates juicios estilísticos y caracterizaciones –describir una idea como “académica”, “arrogante”, “dogmática”, etc. no es una crítica de la idea, sino sólo de su estilo. Queremos evitar crear monolitos donde no existen, porque tales construcciones provocan que la cuestión a debate se pierda detrás de la secta inexistente que uno se ha creado. Esto también ocurre cuando alguien compromete a una persona o grupo ajeno en el debate y atribuye sus ideas a las del oponente. La cuestión original a debate desaparece otra vez detrás de una construcción ficticia.
Podría tratar más métodos usados para evitar el debate: insultos personales y acusaciones, la doctrina izquierdista de la culpa y la responsabilidad colectiva, discutir sobre la forma de alguien para desacreditar sus ideas, la “critica” de lo alguien no hizo en vez de aquello que hizo, etc., etc.
Todas estas prácticas sacan al debate de las ideas y prácticas reales y lo llevan a lo ficticio y a menudo a lo ideológico. Al hacer esto los objetivos de la crítica se pierden. Cuando las ideas y las prácticas reales de los individuos se pierden detrás de las batallas de los gigantes ideológicos, la teoría y la práctica se desafilan, se consumen totalmente para ajustarse a las diversas construcciones ideológicas que representan los bandos de esta batalla. Las afinidades y las diferencias reales se eclipsan por la necesidad de adherirse a un bando en estos falsos debates. E, indudablemente, somos instados a tomar partido por uno de los bandos, incluso cuando no encontramos llamativa ninguna de las opciones y más bien simplemente sigamos nuestro propio camino creando nuestros proyectos de revuelta como queramos. Y, por supuesto, solo distanciándonos de los falsos debates podremos volver a entrar en la interacción crítica real con aquellos que deseen rechazar conscientemente los métodos para evitar el debate real.
Por supuesto, esta división de la actividad crítica en tres áreas ha sido hecha sólo por motivos de simplicidad. De hecho, estos aspectos de la crítica esta íntimamente unidos fluyendo entre ellos como parte de la actividad transformadora de la lucha contra esta sociedad. Para mantener la vitalidad de nuestra actividad crítica, de nuestros análisis, nuestros debates y nuestra creación de teoría, debemos evitar cuidadosamente cualquier tendencia hacia la reificación de estas actividades. Debemos evitar la idea de que hemos hallado la respuesta, de que no necesitamos examinar o discutir más, sino sólo convencer a los otros de que tenemos razón y de que deberían seguir nuestra perspectiva (¿en qué se diferencia esto de ser lidere y autoridades?). No estoy sugiriendo que no debamos tener confianza en nuestras ideas, sino al contrario que debemos continuar analizando y discutiendo todo –incluida nuestras propias ideas y prácticas- con un ojo cruel e incisivo. Porque es nuestra vida y nuestra libertad lo que está en juego.
Willful Disobedience Vol. 3, No. 4
Extraído de la edición “Ni intelectualismo ni estupidez”. Ediciones Vendetta.
Ni intelectualismo ni estupidez
En la lucha contra la dominación y la explotación, cada individuo necesita coger todo instrumento que pueda hacer suyo, toda arma que pueda usar autónomamente para atacar esta sociedad y recobrar su vida.
Por supuesto, los instrumentos que los individuos particulares pueden usar en este camino variarán dependiendo de sus circunstancias, deseos, capacidades y aspiraciones, pero considerando los obstáculos a los que nos enfrentamos, es ridículo rechazar un arma que pueda usarse sin comprometer la autonomía, basándose en concepciones ideológicas.
El desarrollo de la civilización en la que vivimos con sus instituciones de dominación está basado en la división del trabajo, el proceso por el cual las actividades necesarias para vivir son transformadas en roles especializados para la reproducción de la sociedad. Tal especialización sirve para socavar la autonomía y reforzar la autoridad porque le arrebata ciertos instrumentos -ciertos aspectos de un individuo completo- a la gran mayoría, y los coloca en las manos de un@s poc@s llamad@s expert@s.
Una de las especializaciones más fundamentales es la que creó el rol del intelectual, el especialista en el uso de la inteligencia. Pero el intelectual no está definido tanto por la inteligencia como por la educación. En esta era de capitalismo industrial/alta tecnología, a la clase dominante le resulta de poca utilidad el pleno desarrollo y ejercicio de la inteligencia. En su lugar requiere la especialización, la separación del conocimiento en estrechos campos conectados sólo por su sometimiento a la lógica del orden dominante -la lógica del beneficio y el poder-. De esta forma, la "inteligencia" del intelectual es una inteligencia deformada y fragmentada con casi ninguna capacidad de hacer conexiones, entender relaciones o comprender (sin hablar de desafiar) totalidades.
La especialización que crea al intelectual es de hecho parte del proceso de estupefacción que el orden dominante impone a quienes son dominad@s. Para el intelectual, el conocimiento no es la capacidad cualitativa de entender, analizar y razonar sobre la propia experiencia o de hacer uso de los esfuerzos de otr@s para alcanzar tal comprensión.
El conocimiento de los intelectuales está completamente desconectado de la sabiduría, que es considerada un extraño anacronismo. Más bien, es la capacidad de recordar hechos inconexos, trozos de información, lo que ha llegado a ser visto como "conocimiento". Sólo semejante degradación del concepto de inteligencia podría permitir a la gente hablar de la posibilidad de "inteligencia artificial" en relación a esas unidades de almacenamiento y examen continuo de información que llamamos ordenadores.
Si entendemos que el intelectualismo es la degradación de la inteligencia, entonces podemos reconocer que la lucha contra el intelectualismo no consiste en el rechazo a las capacidades de la mente, sino más bien en el rechazo a una especialización deformadora.
Históricamente, los movimientos radicales han proporcionado muchos ejemplos de esta lucha en la práctica. Renzo Novatore era el hijo de un campesino que solo asistió a la escuela seis meses. Sin embargo estudió las obras de Nietzsche, Stirner, Marx, Hegel, los antiguos filósofos, historiadores y poetas, todos los escritores anarquistas y aquellos que participaban en los diversos movimientos artísticos y literarios incipientes de su tiempo.
Fue participante activo en los debates anarquistas sobre teoría y práctica además de los debates en los movimientos artísticos radicales e hizo todo esto en el contexto de un intensa y activa práctica insurreccional. En un tono similar, Bartolemeo Vanzetti, que empezó trabajando como aprendiz en su temprana adolescencia a menudo durante largas horas, describe en su breve autobiografía cómo pasaba una buena parte de sus noches leyendo filosofía, historia, teoría radical, etc. con el fin de obtener estas herramientas que la clase dominante le negaría. Fue su afán por adquirir los instrumentos de la mente lo que le llevó a su perspectiva anarquista.
A finales del siglo 19 en Florida, l@s trabajador@s fabricantes de cigarros obligaron a sus patronos a contratar lectores para leerles mientras trabajaban. Estos lectores leían las obras de Bakunin, Marx y otros teóricos radicales a l@s trabajador@s, que discutían luego lo leído. Y a principios del siglo 20, vagabundos radicales y sus amigos establecerían "colegios vagabundos" donde una amplia variedad de ordadores daba charlas sobre cuestiones sociales, filosofía, teoría y práctica revolucionaria, incluso ciencia e historia, y los vagabundos discutían sobre ello. En cada uno de estos casos vemos el rechazo de l@s explotad@s a dejar que les fueran arrebatados los instrumentos de la inteligencia. Y tal como lo veo, esta es precisamente la naturaleza de una lucha real contra el intelectualismo. No es una glorificación de la ignorancia, sino un rechazo desafiante a ser desposeído de la propia capacidad de aprender, pensar y comprender.
La degradación de la inteligencia que crea el intelectualismo se corresponde con una degradación de la capacidad de razonar que se manifiesta en el desarrollo del racionalismo. El racionalismo es la ideología que sostiene que el conocimiento sólo proviene de la razón.
De esta manera, la razón está separada de la experiencia, de la pasión y por tanto de la vida. La formulación teórica de esta separación se puede remontar a la filosofía de la Antigua Grecia. Ya en este antiguo imperio comercial, los filósofos proclamaban la necesidad de subyugar los deseos y pasiones a una razón fría y desapasionada. Por supuesto, esta fría razón promovía la moderación -en otras palabras, la aceptación de lo que existe-.
Desde ese momento (y probablemente mucho antes desde que hubo estados e imperios desarrollados en Persia, China e India cuando Grecia aún consistía en ciudades-estado enfrentadas), el racionalismo ha desempeñado un papel fundamental en reforzar la dominación. Desde el surgimiento del orden social capitalista, el proceso de se ha ido extendiendo a todas las sociedad por todo el globo. Es por tanto comprensible que algun@s anarquistas lleguen a oponerse a la racionalidad.
Pero esta es una simple reacción. Al examinarla de cerca, queda claro que la racionalización impuesta por quienes tienen el poder es de un tipo específico. Es la racionalidad cuantitativa de la economía, la racionalidad de la identidad y la medición, la racionalidad que simultáneamente equipara y atomiza todas las cosas y seres, no reconociendo más relaciones que las del mercado. Y al igual que el intelectualismo es una deformación de la inteligencia, esta racionalidad cuantitativa es una deformación de la razón, porque es razón separada de la vida, una razón basada en la Reificación.
Mientras que quienes dominan imponen esta racionalidad deformada en las relaciones sociales, promueven la irracionalidad entre aquell@s a quienes explotan. En los periódicos y revistas, en la television, en los videojuegos, en las películas,... a través de los mass media, podemos ver como la religión, la superstición, la creencia en lo indemostrable y la esperanza en, o el temor a, el llamado ser sobrenatural se imponen y el escepticismo es tratado como un rechazo frío y desapasionado de lo maravilloso. Beneficia a la clase dominante que aquell@s a l@s que explota sean ignorantes, con una limitada y decreciente capacidad de comunicarse un@s con otr@s sobre cualquier cosa significativa o de analizar su situación, las relaciones sociales en las que se encuentran y los acontecimientos que ocurren en el mundo.
El proceso de estupefacción afecta a la memoria, el lenguaje y la capacidad para entender las relaciones entre personas, cosas y acontecimientos en un nivel profundo, y este proceso penetra también en aquellas áreas consideradas intelectuales. La incapacidad de los teóricos post-modernos de comprender toda totalidad se puede ubicar fácilmente en esta deformación de la inteligencia.
No es suficiente oponerse a la racionalidad deformada impuesta por esta sociedad; debemos también oponernos a la estupefacción e irracionalidad impuestas por la clase dominante sobre el resto de nosotr@s. Esta lucha requiere la reapropiación de nuestra capacidad de pensar, de razonar, de analizar nuestras circunstancias y comunicar sus complejidades. También requiere que integremos esta capacidad en la totalidad de nuestras vidas, nuestras pasiones, nuestros deseos y nuestros sueños.
Los filósofos de la antigua Grecia mentían. Y l@s ideólog@s que producen las ideas que mantienen la dominación y la explotación han continuado contando la misma mentira: que lo contrario a la inteligencia es la pasión. Esta mentira ha desempeñado un papel esencial en el mantenimiento de la dominación. Ha creado una inteligencia deformada que depende de la racionalidad económica, cuantitativa, y ha reducida la capacidad de la mayoría de l@s explotad@s y excluíd@s de entender su condición y luchar inteligentemente contra ella. Pero, de hecho, lo contrario a la pasión no es la inteligencia, sino la indiferencia, y lo contrario a la iteligencia no es la pasión, sino la estupidez.
Dado que quiero sinceramente acabar con toda dominación y explotación y empezar a abrir las posibilidades para crear un mundo donde no haya ni explotad@s ni explotador@s, ni esclav@s ni am@s, elijo aprovechar toda mi inteligencia apasionadamente, usando toda arma mental -junto con las físicas- para atacar al presente orden social. No pido disculpas por esto, ni me dirigiré a aquell@s que por pereza o por la concepción ideológica de los límites intelectuales de las clases explotadas rechazan usar su inteligencia. No es sólo un proyecto anarquista revolucionario lo que está en juego en esta lucha; es mi realización como individuo y la plenitud de la vida que deseo.
Willful Disobedience Vol. 2, No. 11.
Traducción Palabras de Guerra
Mis perspectivas
Sobre todo soy un individuo que desea forjar su vida y sus relaciones con el mundo y con otras personas en sus propios términos. Por esta razón soy anarquista. Sin embargo mi perspectiva anarquista es egoísta y tomo de todas las perspectivas aquello que encuentro útil para el desarrollo y consecución de mi proyecto anarquista.
Del individualismo, tomo la principalidad de la libertad de cada persona para determinar las condiciones de su existencia en libre asociación con otr@s como el principal objetivo de la lucha revolucionaria y como reconocimiento de la necesidad de l@s individu@s de comenzar a reapropiarse de sus vidas aquí y ahora en revuelta contra la sociedad hasta el extremo que sean capaces.
Mi perspectiva es insureccionalista ya que reconoce tanto la necesidad del/a individu@ de sublevarse en revuelta abierta contra su condición (insureccionalismo individual) como la necesidad de una ruptura subversiva con el actual orden social-el levantamiento de las clases excluidas y las multitudes de explotad@s contra su condición. (insurección social).
Así, reconozco la necesidad de un análisis de clase y una crítica enérgica de la economía. Yo veo la lucha de clases como la lucha contra la proletarización -por ejemplo la lucha contra la desposesión de nuestra capacidad de determinar las condiciones de nuestra existencia en términos de nuestros deseos reales y aspiraciones. Esta lucha se manifiesta a nivel individual en los actos diarios de sabotaje, robo, subversión y revuelta que la/el explotad@ realiza para recuperar parte de su vida y de su dignidad. El reconocimiento de la propia lucha en las luchas de otr@s es la base que comienza a construir la solidaridad capaz de transformar los actos individuales en "la lucha colectiva para la realización individual", que considero la verdadera lucha de clases.
Para que este objetivo de liberación de cada individu@ que desee forjar su vida como quiera se materialice, es necesario que tod@s tengamos el mismo acceso a todo aquello que sea necesario para el proyecto de auto-realización, siendo imprescindible destruir las instituciones que impiden este libre acceso. Así, la destrucción de las instituciones de propiedad y el intercambio de artículos y consecuentemente del trabajo- es un objetivo necesario de la lucha revolucionaria. Sólo en esta dirección podrán las nuevas relaciones sociales basadas en la libre asociación sin jerarquías o privilegios, llegar a existir. Este es el comunismo que yo entiendo.
Reconozco que son las instituciones de dominación y explotación las que constituyen la civilización y por ello reconozco mi lucha como una lucha contra la civilización.
Los sistemas tecnológicos -y particularmente el industrialismo- se desarrollaron como métodos de control, por lo que la lucha contra el control es la lucha contra estos sistemas. Por ello mi perspectiva incorpora el luddismo y de forma amplia se le puede llamar anarquismo verde, aunque no lo utilice para ninguna retórica antihumana, y desee impedir la destrucción del medioambiental porque un mundo desbastado reduciría mi existencia y la existencia de todos los seres humanos.
Por ello veo que las dicotomías hechas entre individualismo y comunismo, revuelta individual y lucha de clases, la lucha contra la explotación humana y la explotación de la naturaleza son falsas dicotomías y siento que aquell@s que las aceptan empobrecen tanto su crítica como su propia lucha.
Willful Disobedience
Volumen 2 - número 12
Traducción Palabras de Guerra
Ningún acto de revuelta es inútil
La lucha de clases existe en todos los actos de revuelta individuales y colectivos en los se recuperan pequeñas porciones de vida o pequeñas porciones de los aparatos de dominación y explotación son obstruidos, dañados o destruidos. En un sentido significativo, no hay actos aislados de revuelta. Tales actos son todos respuestas a la situación social, y muchos conllevan algún nivel de complicidad implícita, indicando algún nivel de lucha colectiva.
Consideremos, por ejemplo, la organización espontánea, y mayormente silenciosa, del sabotaje del proceso de trabajo y la reapropiación de bienes que ocurre en muchos lugares de trabajo; esta coordinación informal de la actividad subversiva llevada a cabo en el interés de cada individuo implicado es la mejor concepción anarquista de la actividad colectiva, porque este tipo de colectividad existe para servir a los intereses y deseos de cada un@ de l@s individu@s implicad@s en la reapropiación de sus vidas, y lleva en su interior una idea de formas diferentes de relacionarse libres de explotación y dominación.
Pero incluso actos de revuelta aparentemente solitarios tienen sus aspectos sociales y son parte de la lucha general de l@s explotad@s. Tanto por esta razón como por el sentido personal de gozo y satisfacción que el/la individu@ encuentra en tales actos, es necesario reconocer que ningún acto de revuelta es inútil.
El capital, el estado y sus aparatos tecnológicos constituyen un orden social mundial de dominación. Es por tanto necesario para las luchas rebeldes de l@s individu@s confluir para crear revolución social. Dado que incluso los actos individuales de revuelta tienen un aspecto social, y son a menudo más colectivos en su naturaleza que lo que aparentan, debido a la complicidad implícita, un desarrollo así no es tan inverosímil al presentarse las circunstancias apropiadas. Pero para ser muy claro, no estoy hablando de esperar hasta que tengan lugar las circunstancias apropiadas para actuar (una excusa demasiado frecuente para la pasividad), sino aprovechar la oportunidad en la práctica continua de revuelta de llevarla más lejos, en cuanto se pueda.
La revolución social es una ruptura con nuestro actual modo de existencia, una convulsión de las relaciones y condiciones sociales en la que se viene abajo el funcionamiento de las instituciones políticas y económicas. Tal como lo veo, el objetivo de l@s anarquistas en esta situación es luchar por la completa destrucción de estas instituciones -el estado, la propiedad, el trabajo, el intercambio de mercancías, la tecnología de control social, toda institución de dominación- con el fin de abrir el campo de posibilidades para la autoorganización.
Por tanto, el proyecto revolucionario es esencialmente negativo y destructivo. Nuestro objetivo no es crear contra-instituciones para reemplazar al estado y el capital, sino poner fin a la actual situación global en la que un@s poc@s determinan las condiciones bajo las que viven tod@s, de forma que tod@ individu@ sea libre para crear la vida a su antojo en asociación con quien elija. Por tanto esta no es una lucha política, un intento de poner en vigor un programa político, sino una lucha social. Un movimiento que se opone a toda jerarquía y liderazgo no debería ofrecer modelos para una sociedad post-revolucionaria. De hecho, idealmente, no habría un "después de la revolución", sino una tensión continua de posibilidades en expansión, una fluidez de relaciones sociales y asociales que rechazan cuajar en instituciones y que en su lugar se concentran en la creación de deseos, intereses, proyectos y pasiones siempre basados en el rechazo consciente a ser dominad@s.
Por tanto, estoy hablando de una transformación total en todos los niveles de existencia que nunca acaba, un salto hacia la libertad desconocida que no ofrece garantías excepto aquellas que se puedan encontrar en la determinación resuelta de cada individu@ a no ser nunca más gobernad@.
Willful Disobedience Vol. 3 - N. 2
De proletario a individuo:
Hacia una comprensión anarquista de la Clase
Las relaciones sociales de clase y explotación no son simples. Las concepciones obreristas, que están basadas en la idea de una clase objetivamente revolucionaría definida en cuanto a su relación con los medios de producción, ignoran la multitud de aquell@s en todo el mundo cuyas vidas les son robadas por el actual orden social pero que no pueden encontrar sitio dentro de sus aparatos productivos. Por tanto estas concepciones acaban presentando una comprensión limitada y simplista de la explotación y la transformación revolucionaria. Para poder llevar a cabo una lucha revolucionaria contra la explotación, necesitamos desarrollar una comprensión de las clases tal como existen actualmente en el mundo, sin buscar ninguna garantía.
De una forma básica, la sociedad de clases es aquella en la que están quienes dominan y quienes son dominad@s, quienes explotan y quienes son explotad@s. Este orden social solo puede surgir cuando la gente pierde su capacidad para determinar las condiciones de su propia existencia. Por tanto, la característica esencial que comparten l@s explotad@s es su desposesión, su pérdida de la capacidad para tomar y llevar a cabo las decisiones básicas sobre como vivir.
La clase dominante se define en términos de su propio proyecto de acumulación de poder y riqueza. Aunque por supuesto hay conflictos significativos dentro de la clase dominante en cuanto a intereses específicos y competencia real por el control de los recursos y el territorio, este proyecto de tan largo alcance que tiene como objetivo el control del poder y la riqueza social, y por tanto de las vidas y relaciones de todo ser vivo, proporciona a esta clase un proyecto positivo unificado. La clase explotada no tiene un proyecto positivo semejante que la defina. En su lugar se define en cuando a lo que se le hace, lo que se le quita. Habiendo sido despojada de los modos de vida que había conocido y creado con sus semejantes, la única comunidad que le queda a la gente que compone esta clase heterogénea es la provista por el capital y el estado; la comunidad del trabajo y el intercambio de mercancías decorada con cualquier construcción ideológica nacionalista, religiosa, étnica, racial o subcultural a través de la cual el orden dominante crea identidades en las que canalizar la individualidad y la revuelta. El concepto de una identidad proletaria positiva, de un solo proyecto proletario unificado y positivo, no tiene base en la realidad dado que lo que define a alguien como proletari@ es precisamente que su vida le ha sido robada, que ha sido transformad@ en un instrumento en los proyectos de l@s dominantes.
La concepción obrerista del proyecto proletario tiene sus orígenes en las teorías revolucionarias de Europa y los Estados Unidos (particularmente ciertas teorías marxistas y sindicalistas). A finales del siglo 19, tanto Europa occidental como el este de los Estados Unidos estaban en camino de ser completamente industrializados, y la ideología dominante del progreso igualaba el desarrollo tecnológico con la liberación social. Esta ideología se manifestó en la teoría revolucionaria como la idea de que la clase obrera industrial era objetivamente revolucionaria porque estaba en posición de apoderarse de los medios de producción desarrollados bajo el capitalismo (los cuales, como productos del progreso, se asumía que eran inherentemente liberadores) y ponerlos al servicio de la comunidad humana. Al ignorar a la mayor parte del mundo (junto con una porción significativa de l@s explotad@s en las áreas industrializadas), l@s teóric@s revolucionari@s eran de esta forma capaces de inventar un proyecto positivo para el proletariado, una misión histórica objetiva. Que esta se fundamentara en la ideología burguesa del progreso, se ignoraba. En mi opinión, l@s ludditas tenían una perspectiva mucho más clara, reconociendo en el industrialismo otro de los instrumentos de los amos para desposeerles. Con buenas razones, atacaron las máquinas de la producción masiva.
El proceso de desposesión hace mucho que se ha consumado en Occidente (aunque por supuesto es un proceso que está ocurriendo en todo momento incluso aquí), pero en gran parte del Sur del mundo está aún en sus primeras fases. Sin embargo desde que el proceso comenzó en Occidente han habido algunos cambios significativos en el funcionamiento del aparato productivo. Las posiciones cualificadas en la fábrica han desaparecido en gran parte, y lo que se necesita en un/a trabajador/a es flexibilidad, la capacidad de adaptarse-en otras palabras, la capacidad de ser una pieza intercambiable en la máquina del capital. Además, las fábricas tienden a requerir much@s menos trabajador@s para mantener el proceso productivo, tanto a causa de los desarrollos en la tecnología y las técnicas de gestión, que han permitido un proceso productivo más descentralizado, como porque cada vez más el tipo de trabajo necesario en las fábricas es en gran medida sólo supervisar y mantener las máquinas.
A un nivel práctico esto significa que tod@s somos, como individuos, prescindibles para el proceso de producción, porque tod@s somos reemplazables-ese hermoso igualitarismo capitalista en el que todos somos igualesa cero. En el primer mundo, esto ha tenido el efecto de empujar a un creciente número de explotad@s a posiciones cada vez más precarias: trabajo temporal, trabajos en el sector servicios, desempleo crónico, el mercado negro y otras formas de ilegalidad, indigencia y prisión. El trabajo fijo con su garantía de una vida un tanto estable - incluso si esa vida no es propia-está dejando paso a una carencia de garantías donde las ilusiones proporcionadas por un consumismo moderadamente cómodo ya no pueden seguir ocultando que la vida bajo el capitalismo siempre se vive al borde de la catástrofe.
En el tercer mundo, gente que ha sido capaz de crear su propia existencia, aun cuando ésta haya sido en ocasiones difícil, se está encontrando con que su tierra y otros medios para hacerlo le están siendo arrebatados al invadir (literalmente) las máquinas del capital sus casas y minar cualquier posibilidad de continuar viviendo de su propia actividad. Arrancad@s de sus vidas y tierras, se ven forzad@s a trasladarse a las ciudades donde hay poco empleo para ell@s. Surgen barrios de chabolas alrededor de las ciudades, a menudo con una población mayor que la de la propia ciudad. Sin ninguna posibilidad de trabajo fijo, l@s habitantes de estos barrios de chabolas están obligad@s a formar una economía de mercado negro para sobrevivir, pero esto también sirve todavía a los intereses del capital. Otr@s, en su desesperación, eligen la inmigración, arriesgándose al encarcelamiento en campos de refugiados y centros para extranjer@s indocumentad@s con la esperanza de mejorar su condición.
Así, junto con la desposesión, la precariedad y la prescindibilidad son cada vez más los rasgos que comparten quienes componen la clase explotada mundial. Si, por un lado, esto significa que esta civilización de la mercancía está creando en su interior una clase de bárbaros que realmente no tienen nada que perder en derribarla (y no de los modos imaginados por l@s viej@s ideólog@s obreristas), por otro lado estos rasgos no proporcionan en sí mismosninguna base para un proyecto positivo de la transformación de la vida. La rabia provocado por las miserables condiciones de vida que esta sociedad impone puede fácilmente ser canalizada en proyectos que sirven al orden dominante o al menos al interés específico de alguno u otro de l@s dominantes. Los ejemplos de situaciones en las pasadas décadas recientes en los que la rabia de l@s explotad@s ha sido aprovechada para alimentar proyectos nacionalistas, racistas o religiosos que sirven solo para reforzar la dominación son demasiados para contarlos. La posibilidad del fin del actual orden social es tan grande como nunca antes, pero la fe en su inevitabilidad no puede seguir pretendiendo tener una base objetiva.
Pero para entender realmente el proyecto revolucionario y empezar el proyecto de resolver cómo llevarlo a cabo (y desarrollar un análisis de cómo la clase dominante consigue desviar la rabia de aquell@s a l@s que explota hacia sus propios proyectos), es necesario darse cuenta que la explotación no tiene lugar solamente en términos de producción de riqueza, sino también en términos de la reproducción de relaciones sociales. Independientemente de la posición de cualquier proletario particular en el aparato productivo, es de interés para la clase dominante que tod@s tengan un rol, una identidad social que sirva en la reproducción de las relaciones sociales. La raza, el género, la etnicidad, la religión, la preferencia sexual, la subcultura-todas estas cosas pueden, efectivamente, reflejar diferencias muy reales y significativas, pero todas son construcciones sociales para canalizar estas diferencias en roles útiles para el mantenimiento del actual orden social. En las áreas más avanzadas de la actual sociedad donde el mercado define la mayoría de las relaciones, las identidades en gran medida llegan a estar definidas en términos de las mercancías que las simbolizan, y la intercambiabilidad está a la orden del día en la reproducción social, al igual que lo está en la producción económica. Y es precisamente porque la identidad es una construcción social y cada vez más una mercancía vendible por lo que l@s revolucionari@s deben ocuparse seriamente de ella, analizada cuidadosamente en su complejidad con el objetivo preciso de superar estas categorías hasta el punto de que nuestras diferencias (incluyendo aquellas que esta sociedad definiría en términos de raza, género, etnicidad, etc.) sean el reflejo de cada uno de nosotr@s como individuos singulares.
Ya que no hay un proyecto positivo común que se encuentre en nuestra condición como proletari@s -como explotad@s y desposeíd@s - nuestro proyecto debe ser la lucha para destruir nuestra condición proletaria, para poner fin a nuestra desposesión. La esencia de lo que hemos perdido no es el control sobre los medios de producción o de la riqueza material; son nuestras vidas mismas, nuestra capacidad para crear nuestra existencia en términos de nuestras propias necesidades y deseos. Por tanto, nuestra lucha encuentra su terreno en todas partes, en todo momento. Nuestro objetivo es destruir todo lo que aleja a nuestras vidas de nosotr@s: el capital, el estado, el aparato tecnológico industrial y post-industrial, el trabajo, el sacrificio, la ideología, toda organización que trate de usurpar nuestra lucha, en resumen, todos los sistemas de control.
En el mismo proceso de llevar a cabo esta lucha en el único modo en que podemos llevarla a cabo-fuera de y contra toda formalidad e institucionalización-empezamos a desarrollar nuevas formas de relacionarnos basadas en la auto-organización, una horizontalidad basada en las diferencias únicas que nos definen a cada un@ de nosotr@s como individuos cuya libertad se expande con la libertad del otr@. Es aquí, en la revuelta contra nuestra condición proletaria, donde encontramos ese proyecto positivo compartido que es diferente para cada un@ de nosotr@s: la lucha colectiva por la realización individual.
Willful Disobedience Vol 2. N. 12
Traducción Palabras de Guerra
Saqueando el Arsenal
"La herencia de los movimientos revolucionarios no puede seguir constituyendo una tradición que salvaguardar... o un programa que realizar, sino que debe convertirse en un arsenal que saquear para el uso continuo de los nuevos revolucionarios."
La historia de la revuelta es probablemente tan larga como la historia de la dominación y la explotación. Siempre han existido quienes no se someterían, quienes desafiarían al dios y al amo incluso teniéndolo todo en su contra. Y esta historia de la revuelta incluye luchas sociales significativas, alzamientos de la muchedumbre de explotad@s para despojarse de sus cadenas en la revolución social. En los últimos siglos, esta agitación social ha ayudado a crear una conciencia revolucionaria que se ha manifestado particularmente en la teoría, análisis social y práctica comunista y anarquista.
Este mismo periodo ha sido testigo del ascenso del capitalismo, de las revoluciones burguesas que transformaron el Estado dando origen a la dominación democrática (además de otras formas más descarnadamente totalitarias), del industrialismo y el trabajo asalariado. Pero en los últimos sesenta años aproximadamente, las consecuencias de estas transformaciones que no se habían comprendido plenamente con anterioridad se han combinado con significativos cambios en curso en los modos en los que la dominación y la explotación operan, facilitados por nuevos desarrollos en las técnicas, métodos y sistemas militares, policiales, industriales y los llamadas post-industriales, desarrollados para satisfacer las necesidades del mantenimiento de la reproducción social, haciendo necesario para l@s revolucionari@s lúcid@s desarrollar nuevas concepciones de la naturaleza de la lucha contra el orden dominante. Y de esta forma surge la cuestión de si los análisis y teorías del pasado -y la historia en la que se desarrollaron- tienen alguna relevancia para el movimiento anarquista actual.
Desde luego, aferrarse a las teorías y análisis del pasado como la verdad revolucionaria es inútil. La veneración de Kropotkin o Bakunin, Goldman o Malatesta sólo puede transformar la teoría y práctica anarquista en una pieza de museo, y los museos son por lo general muestrarios de lo que ha muerto.
Del mismo modo, un enfoque acrítico sobre las sublevaciones pasadas no nos hace ningún bien. La Comuna de Paris, España en los años 30, Hungría en el ´56, Paris en el ´68, etc. pasan a perder su significado desde una perspectiva revolucionaria proyectual cuando se mitifican. Las luchas en curso de las que surgieron desaparecen, y se convierten en reliquias, una serie de "gloriosas" derrotas. No tengo interés en participar en la creación de un Museo de la Anarquía y la Insurrección. Quiero crear la anarquía y la insurrección como realidades vivas.
Pero el rechazo a venerar y mitificar el pasado revolucionario no es lo mismo que sencillamente rechazarlo sin ambages. Al igual que el orden de la dominación tiene una historia que podemos examinar con el fin de obtener una mayor comprensión de cómo luchar contra él, también la lucha contra este orden tiene una historia, y afirmar sin más que es irrelevante para nosotr@s hoy, es sacrificar armas significativas que podríamos usar en nuestra lucha aquí y ahora.
Se ha dicho que para relanzar la apuesta por la revolución, "es necesario volver a poner el pasado en juego". Pero cuando se coloca en un museo para que sea venerado, o se le entierra en un cementerio para ser ignorado, el pasado no se puede poner en juego, porque ha sido transformado de una actividad, un movimiento de lucha, a una cosa muerta. L@s anarquistas y revolucionari@s del pasado desarrollaron sus análisis, teorías y visiones, no como doctrinas en las que creer, sino como armas para usar contra el orden dominante.
Desde luego, muchas de ellas son irrelevantes ahora (algunas de ellas - el sindicalismo, el obrerismo, el formalismo y el fetiche de la organización y los números, la fe en el progreso y la tecnología- fueron probablemente obstáculos desde el principio), pero si nuestra intención no es simplemente promover una nueva ideología, una nueva fe revolucionaria; si nuestra lucha es por la reapropiación de nuestras vidas aquí y ahora y la destrucción de todo lo que se sitúa en el camino de ese proyecto; si nuestro objetivo es efectivamente la transformación de las relaciones sociales, la creación de un mundo sin dominación, explotación, jerarquía...; entonces veremos el pasado revolucionario como un arsenal que saquear, aprovechando gozosamente todo aquello que es útil para nuestra lucha actual.
Si no podemos enfrentarnos críticamente con el pasado, no seremos capaces de enfrentarnos críticamente con el presente, y nuestra lucha actual será una pieza de museo, una simple vitrina de la ideología, otro juego de roles espectaculares que puede ser atractivo para los media, pero sin ninguna relevancia para la lucha real para destruir esta sociedad.
Willful Disobedience Vol. 3 N. 1
Traducción Palabras de Guerra
Desarrollar relaciones de afinidad
Hoy el alma se ahoga en una masa de encuentros al azar. Estamos buscando a aquell@s que aún están lo suficientemente viv@s para apoyarse un@s a otr@s más allá de esto; aquell@s que escapan de la Vida Normal."
Against Sleep and Nightmare
Vivimos en una sociedad en la que la mayoría de nuestros encuentros han sido ya definidos en forma de roles predeterminados y relaciones en las que no tenemos nada que decir. Una aleatoriedad desprovista de sorpresa rodea el tormento programado del trabajo con un "tiempo libre" que carece del gozo, de la capacidad de asombro o de cualquier libertad real de actuar a nuestro antojo, un "tiempo libre" no muy diferente del trabajo del que se supone que es un respiro.
La explotación se hace presente en el conjunto de la existencia al estar cada una de nuestras interacciones canalizadas hacia una forma de relacionarse que ya ha sido determinada en función de las necesidades del orden dominante, con el fin de garantizar la reproducción continuada de una sociedad en la que un@s poc@s controlan las condiciones de la existencia de tod@s, y por tanto poseen nuestras vidas.
Así pues, la revuelta contra nuestra explotación no es esencialmente una lucha política o incluso económica, sino una lucha contra la totalidad de nuestra existencia actual (y por tanto contra la política y la economía), contra las actividades e interacciones cotidianas que nos son impuestas por la economía, el estado y todas las instituciones y aparatos de dominación y control que componen esta civilización. Esta lucha no se puede llevar a cabo por cualquier medio.
Requiere un método de encontrarse y actuar en el mundo en el que se manifiesten aquí y ahora nuevas relaciones, las de individu@s libres que rechazan ser explotad@s y dominad@s e igualmente rechazan dominar o explotar. En otras palabras, nuestra lucha debe ser la reapropiación inmediata de nuestras vidas, en conflicto con la actual sociedad.
Partiendo de esta base, el rechazo a la formalidad y el desarrollo de relaciones de afinidad no puede ser visto en términos meramente tácticos o estratégicos. Más bien, son el reflejo en la práctica de aquello por lo que estamos luchando si, efectivamente, estamos luchando por retomar nuestras vidas, por reapropiarnos de la capacidad de determinar las condiciones de nuestra propia existencia -es decir, la capacidad para la autoorganización.
El desarrollo de relaciones de afinidad es específicamente el desarrollo de un profundo conocimiento del otro de un modo complejo, una profunda comprensión de las ideas, sueños, deseos, pasiones, aspiraciones, capacidades, y concepciones de la lucha y de la vida, de los demás. Es por supuesto un descubrimiento de lo que se tiene en común, pero más significativamente es un descubrimiento de las diferencias, de lo que es único en cada individu@, porque es en la diferencia donde se puede descubrir realmente qué proyectos se pueden llevar a cabo con otr@s.
Dado que el desarrollo de relaciones de afinidad es en sí mismo un reflejo de nuestros objetivos como anarquistas y dado que se propone crear un conocimiento profundo y en constante expansión del/a otr@, no se puede abandonar simplemente al azar. Necesitamos crear adrede la oportunidad para los encuentros, discusiones y debates en los que nuestras ideas, aspiraciones y visiones de la lucha revolucionaria puedan ponerse en discusión, donde las afinidades reales y los conflictos reales salgan a la luz y se desarrollen-no con el objetivo de encontrar un termino medio en el que tod@s transijan por igual, sino para clarificar distinciones y así descubrir una base real para crear proyectos de acción que no sean simplemente desempeñar el papel de radical, activista o militante, sino que sean reflejos reales de los deseos, pasiones e ideas de quienes se impliquen.
Aunque las publicaciones, los tablones de discusión en Internet y la correspondencia pueden proporcionar medios para hacer esto en algunos niveles, en cuanto que son foros abiertos tienden a ser demasiado aleatorios, con el riesgo de que la discusión pierda cualquier proyectualidad y se desvía hacia el intercambio democrático de opiniones que tienen poca conexión con la propia vida.
A mi entender, las mejores y más significativas discusiones pueden tener lugar en encuentros cara a cara entre gente con alguna claridad de porqué se están reuniendo para discutir. Así pues, organizar grupos de discusión, debates, encuentros, etc. es una parte integral del desarrollo de relaciones de afinidad y por tanto de proyectos de acción.
La necesidad de perseguir el desarrollo de relaciones de afinidad de forma intencionada no significa el desarrollo de una base formal para la afinidad. La formalidad socava la posibilidad de afinidad, porque está basada por naturaleza en un espacio común predeterminado, y por tanto arbitrario. La organización formal se basa en una unidad ideológica o programática que resulta por último en adhesión a la organización como tal. Las diferencias se deben dejar a un lado por la causa de la organización, y cuando las diferencias se dejan a un lado, lo mismo ocurre con los sueños, deseos, aspiraciones y pasiones dado que éstas solo pueden pertenecer al individu@.
Pero, de hecho, la organización formal no tiene nada que ver con la intención o la proyectualidad. En realidad, al proporcionar una ideología a la que adherirse, libra al individuo de la responsabilidad de pensar por si mism@ y desarrollar su propia comprensión del mundo y de su lucha en el. Al proporcionar un programa, libra al individuo de la necesidad de actuar autónomamente y hacer análisis prácticos de las condiciones reales en las que está luchando. Por tanto, en realidad la formalidad socava la proyectualidad y la capacidad para la autoorganización y de esta forma socava el objetivo de la lucha anarquista.
Las relaciones de afinidad son la base necesaria de auto-organización en el nivel cotidiano más básico de lucha y de vida. Es el conocimiento profundo y creciente del/a otr@ lo que proporciona la base para desarrollar proyectos de revuelta que reflejen verdaderamente nuestras propias aspiraciones y sueños, para desarrollar una lucha compartida que se base en el reconocimiento y, en el mejor de los casos, el apasionado disfrute de nuestras muy reales y hermosas diferencias.
El desarrollo de la revolución social requerirá, por supuesto, una organización de la actividad más allá del ámbito de nuestras relaciones de afinidad, pero son los proyectos que desarrollamos de estas relaciones lo que nos proporcionan la capacidad para la auto-organización, la fuerza para rechazar toda formalidad y, por tanto, a todos los grupos que pretenden representar la lucha, ya se llamen partidos, sindicatos o federaciones.
En las relaciones de afinidad, empieza ya a desarrollarse una nueva forma de relacionarse libre de todos los roles y de toda relación social ya manida, y con ésta una aparente impredecibilidad que las autoridades nunca entenderán. Aquí y ahora, abrazamos un mundo de maravilla y gozo que es un arma poderosa para destruir el mundo de dominación.
Willful Disobedience Vol. 2 No. 12
Traducción Palabras de Guerra
* El importantísimo asunto de la filosofía de la inocencia de la niñez -una filosofía que sólo sirve para mantener a l@s niñ@s en el lugar que les corresponde en esta sociedad- también esta relacionado con esto. Pero requeriría un artículo en si mismo simplemente para comenzar a abordar el tema.
Notas de Traducción:
Anarquistas francés nacido en 1854, director del periódico “La Révolté” y seguidor de las ideas de Kropotkin.
3 Anarquista italiano nacido en 1873, que hundió un estilete en el corazón de la emperatriz de Austria, provocando su muerte. Fue condenado a cadena perpetua y alojado en un calabozo subterráneo del Obispado cuyo único mobiliario era un saco lleno de paja. Cada quince días tenía derecho a dar un paseo. El sacerdote podía visitarle una vez por semana y la familia cuatro veces al año. Al cabo de doce años de sufrir este régimen penitenciario, Luccheni se ahorcó.
4 Anarquista italiano nacido en 1871. Tipógrafo en Londres, fue condenado a 18 meses de cárcel por escritos subversivos. Asesinó a Cánovas del Castillo el 8 de agosto de 1897, disparándole cuatro tiros de revolver desde una distancia de tres metros, para vengar los procesos de Montjuïc. Cánovas cayó mortalmente herido por la primera bala. Fue ejecutado a garrote vil.
5 Anarquista italiano que asesino a Humberto de Saboya, rey de Italia en Monza el 29 de julio de 1899. Condenado el 29 de agosto de 1900 a trabajos forzados en la prisión de Santo Stefano, en la isla Ventotene. Un año después fue encontrado muerto. La motivación de Bresci para llevar a cabo este asesinato está relacionada con una política brutalmente represiva. En 1898, los altos precios del pan condujeron a manifestaciones en toda Italia. En Milán, los manifestantes marcharon hacia el palacio, que estaba protegido por fuerzas militares bajo el mando del general Bava Beccaris. Los manifestantes hicieron caso omiso de la orden de dispersarse, y el general dio la orden de disparar provocando una masacre. El Rey Umberto felicitó a Beccaris, por su "valiente defensa de la casa real", este hecho motivó la determinación de asesinar al Rey Humberto por parte de anarquistas emigrados en Estados Unidos.
6 Anarquista polaco que asesinó al presidente mericano William McKinley en 1901. Para más información puede leerse el artículo "Recordando a nuestros caídos, recordando a Leon Czolgosz"